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FUSILES, MACHETES ,POR OTRO 17

FUSILES, MACHETES, POR OTRO 17

                                                       Por Jorge Luis Ubertalli

                                                Diario “Diagonales”  -      La Plata


                                        
Obrera del vestido en Gath y Chavez, mi vieja salió ese día con sus compañeras rumbo a Plaza de Mayo esperando ver a Perón en el balcón rosado. Fué el 17 de octubre de 1945, dos años antes de mi nacimiento, según me contó, cuando con las manos todavía pinchadas por las agujas y encallecidos los dedos por el dedal se llegó hasta allí, como los de su clase, a vivar a quien le permitiría jubilarse, gozar el descanso de la silla, trabajar las ocho horas reglamentarias, gozar de asistencia social  y, en fin, vivir como la gente. Nacida en Udine, provincia del Véneto, Italia, la vieja vivó a Perón en su todavía no pulido castellano y pidió por él junto a la multitud que se agolpaba en esa plaza céntrica, patrimonio hasta ese momento de la gente decente y los ciudadanos de primera. Mi viejo, por su parte, ya inspector municipal en Avellaneda, se vino desde allí con sus amigos y compañeros hasta la misma plaza. Ya noviaba con mi vieja, pero nunca se enteró, hasta que ella se lo contó más tarde, que la tana había marchado hacia la plaza ese día. Y no era para menos. Ellos también, con su piel clara y los ojos verdes de mamá, formaban parte de ese subsuelo de la patria sublevado del que hablara Raúl Scalabrini Ortiz, refiriéndose a aquel memorable 17 de octubre. Hecho de masas, homólogo de la devoción popular que se manifestó durante las exequias del peludo Hipólito Yrigoyen, ese fue un día de fiesta y de combate, como décadas más tarde lo reivindicaríamos nosotros, los privilegiados de ayer y combatientes de los años setenta, con el grito de “fusiles, machetes, por otro 17” .
Auspiciado por la derecha nacionalista antijudía y anticomunista que se nucleaba alrededor de la revista “Clarinada”, órgano de la Sección Especial de Represión al Comunismo en los inicios del 40; miembro del Grupo de Oficiales Unidos (GOU) de tendencia fascista en los mismos años anteriores al 17 de octubre y en el momento de su ascenso a la Secretaría de Guerra, de Trabajo y Previsión y la Vicepresidencia de la República, anteriormente veedor militar argentino en la Italia mussoliniana, a la cual había elogiado, y en la Francia invadida por los nazis en 1939, y partícipe del Estado Mayor del golpe de Estado dado por el general Uriburu al peludo Yrigoyen en 1930, Perón se ligó el mote de nazi-fascista desde sus primeras apariciones públicas. Algunos de sus colaboradores, desde el principio de su gobierno, como el padre Virgilio Filippo, de Villa Devoto, quien prologó el libro “El Comunismo en Argentina” de Carlos M.”Clarinada” Sylveyra, y el coronel Filomeno Velazco, sableador de manifestantes obreros en la década del 30 desde la Policía Montada y jefe de la Policía Federal durante los sucesos del 17 de octubre de 1945 quien, poco mas tarde, y desde el mismo cargo, gaseó y apaleó a indígenas collas que luego de hablar con Perón habían sido alojados en el hotel de Inmigrantes, contaminaron la figura del entonces coronel, que la izquierda vinculó con el nacionalismo burgués.  Signada por la guerra mundial que recién concluía con la derrota del nazifascismo, la izquierda creyó ver en aquel coronel de hasta entonces bajo perfil a un tardío representante de aquel eje xenófobo, autoritario, racista, antisoviético y nacional-expansionista que puso en vilo a Europa y al mundo. Pero, a diferencia del fascismo, que se apoyó en las clases medias resentidas por las crisis para movilizarlas, en el marco del nacionalismo burgués, contra la clase obrera en ascenso revolucionario, Perón reivindicó a las clases explotadas, que desde siempre habían sufrido los rigores de una oligarquía vacuna vinculada con el comercio de exportación y la infraestructura ferroviaria, portuaria y energética montada por el imperialismo británico, primero, y el norteamericano, más tarde, y arremetió, en un armado policlasista, contra el imperialismo y su objetivo de saquear los recursos naturales del país, liquidar su desarrollo industrial y superexplotar a la clase trabajadora local, en complicidad con los sectores mas retrógrados oligárquico-burgueses.
Hombre del ejército, intervino en las pugnas intestinas del arma, que se profundizaron luego de concluída la segunda guerra mundial, hasta que aquel 17 de octubre dejó de ser un oficial más de esa institución armada para convertirse en líder de los desarrapados y explotados del país, fundamentalmente aquellos que, frente al proceso de industrialización local surgido durante la guerra, habían abandonado sus lugares de orígen de “tierra adentro”, para huir de los estancieros y hacendados poderosos y afincarse como obreros en la capital. “Cabecitas negras”, hijos de la tierra de la cual habían sido despojados desde las conquistas militares contra sus abuelos indios, sentían que recuperaban su dignidad perdida gracias a ese coronel que, por primera vez y desde la superestructura del Estado, los tenía en cuenta para algo más que servir de carne y sangre en las fronteras contra el indio, primero, y el engorde de parásitos de doble apellido, mas tarde.
Una vez derrocado el fraudulento presidente Ramón Castillo por el general Arturo Rawson el 4 de junio de 1943, se sucedió un gobierno militar que, al poco tiempo, disolvió la denominada CGT 2, conformada por Francisco Pérez Leirós, el empleado de comercio Angel Borlenghi y sindicatos controlados por los comunistas, como los de la carne, madera y construcción, cuyos dirigentes fueron encarcelados, e intervino los sindicatos ferroviarios La Fraternidad y Unión Ferroviaria. En ese marco, Borlenghi, Bramuglia y Capozzi, estos dos últimos ferroviarios, convinieron en hablar con los coroneles Juan Domingo Perón y Domingo Mercante, ambos vinculados al GOU, para proponerle la creación de un Departamento de Trabajo- que un mes más tarde tomó el rango de Secretaría de Estado- fortalecer la CGT y sancionar leyes laborales. Una vez creada esta Secretaría el 2 de diciembre de 1943, y con Perón al frente, se crearon los tribunales de Trabajo, se emitió el decreto 33.302/43 que establecía la indemnización por despido de todos los trabajadores, se logró la jubilación para 2 millones de obreros y empleados, se creó el Estatuto de Peón, que protegía al peón de campo de las arbitrariedades de capangas y estancieros rapaces, se prohibieron las agencias privadas de colocaciones, se erigió el Policlínico Ferroviario y se crearon Escuelas Técnicas para obreros. Un año mas tarde, se firmaron 123 convenios colectivos de trabajo que beneficiaron a 1.400.000 trabajadores, y 347 en 1945, que incluyeron a 2.186.868 trabajadores. También se derogó la ley que reglamentaba la actividad sindical, permitiendo la afiliación a los sindicatos de millones de trabajadores, sobre todo de aquellos que, habiendo llegado desde el interior del país, desconocían la actividad sindical y las mejoras a sus condiciones de vida. En este contexto, y mientras Perón conseguía reconocimiento popular, se nuclearon sectores sindicales vinculados a la USA y CGT alrededor de su figura. En ese momento, hizo irrupción en las cuestiones internas del país un antiguo e intrigante conspirador norteamericano, el embajador Spruille Braden, quien el año anterior, en Cuba, y ostentando el mismo cargo, había desarrollado actividades que por carambola beneficiaron al candidato oculto de Batista, Grau San Martín, en detrimento del antiguo aliado suyo, ya “quemado”, Dr. Carlos Saladrigas. El Partido Comunista Argentino, inserto en la denominada Unión Democrática , variopinto partidario de oposición a Perón, aceptó el salvavidas de plomo que le tendió Braden para flotar en el océano antiperonista, y por ello se hundió en la ciénaga del descrédito ante la clase trabajadora, antiimperialista y antiyanqui. Las medidas populares de Perón, aunadas a su confrontación con Braden- quien una vez que regresó a nuestro país como Secretario de Estado editó el llamado Libro Blanco, acusando al general Edelmiro J. Farell y a Perón de nazis- aumentaron su prestigio entre las masas trabajadoras. En esas circunstancias, ya propuesto Perón para presidente por Borlenghi, realizada una marcha opositora a Perón denominada De la Constitución y la Libertad en el barrio de la Recoleta, apoyando al presidente Rawson, y en un clima de efervescencia popular e interna entre los uniformados, el general Eduardo Avalos, ministro de Guerra de Farell, exigió la renuncia de Perón a todos sus cargos, la que este hizo efectiva al día siguiente, aunque prometiendo a sus aliados cegetistas no abandonar la lucha por las reivindicaciones obreras. Asambleas castrenses en el Círculo Militar, llamados de la oposición antiperonista a entregar el gobierno a la Suprema Corte , balaceras frente a Plaza San Martín entre miembros de la organización fascista Alianza Libertadora Nacionalista (ALN), cuyo líder, Juan Queraltó, había sido confidente de la Sección Especial a mediados de los años 30, y estudiantes, y entre manifestantes y policías al mando de Filomeno Velazco que dejaron un muerto y 50 heridos frente Círculo Militar, culminaron con la detención de Perón en una isla del Delta y su traslado a la Isla Martín García el 12 de octubre. Tres días mas tarde, la Federación de Gremios del Azúcar de Tucumán (FOTIA), sindicatos de Rosario, de Valentín Alsina, Lanús, Avellaneda, ferroviarios tucumanos de Tafí Viejo y otros trabajadores de fábricas y talleres del gran Buenos Aires llamaron a abandonar tareas y declarar una huelga general para el día 18, que la CGT hizo suya al día siguiente, pidiendo la libertad de presos políticos, el mantenimiento  de las conquistas obreras y el llamado a elecciones. Entretanto, Perón pidió ser trasladado al Hospital Militar, donde una muchedumbre clamó por él en la madrugada del 17. En ese mismo momento, millares de trabajadores, desarrapados y con uniformes de trabajo, se dirigieron a Plaza de Mayo, adonde Perón, luego de un diálogo con el general Avalos, fue trasladado. Hablando ante 300.000 personas, conmovido, prometió retirarse del ejército y bregar por las conquistas sociales, conminando a los presentes a retirarse en paz y cumplir el paro decretado por la CGT al día siguiente sin tumultos.
Ese día, mi viejo y mi vieja, junto a todos los viejos y viejas nuestras, y nuestras abuelas y hermanos, y hermanas, y aún niños pequeños, se movilizaron hacia la histórica Plaza de Mayo. Desde Berisso y Ensenada llegaron los obreros de los frigoríficos, en patas, conducidos por el entonces dirigente Cipriano Reyes. Se mandaron izar los puentes sobre el Riachuelo, pero los nuestros cruzaron a nado o en botes, hasta que los tuvieron que bajar. No hubo represión militar ni policial, sólo hubo un muerto, Darwin Passaponti, un joven militante de la Alianza Libertadora Nacionalista. A los pocos días, el 23 de octubre, Juan Domingo Perón se casó con su compañera Eva Duarte, Evita, luego “abanderada de los humildes”, fuego y garra de una revolución inconclusa, muerta prematuramente el 26 de julio de 1952. El 24 de febrero de 1946, con el 54% de los votos, la fórmula Perón Quijano ganó las elecciones, dando inicio a la era del peronismo, interrumpida por la Revolución Fusiladora de 1955.
“El 17 de octubre de 1945 me encuentra cumpliendo tareas en un establecimiento metalúrgico ubicado en Constitución. Yo tenía entones 24 años, mi oficio era oficial tornero mecánico. En la mañana del 17, aproximadamente a las 9, grupos de personas venían desde Avellaneda y Lanús avanzando hacia el centro de la ciudad. Pasaron por la calle Saenz Peña , observaron que había un taller mecánico, donde trabajaban 130 personas, se acercaron a nosotros y nos dijeron ‘Muchachos hay que parar el taller, hay que salir a la calle a rescatar a Perón’ ”- testimonió Sebastián Borro, destacado dirigente de la carne que en 1959 condujo la toma del Frigorífico Lisandro de la Torre, en el barrio porteño de Mataderos.  “Nos causó mucho dolor que lo hubiesen detenido, pero en lo que respecta a mí y un grupo de compañeros, sinceramente nos considerábamos impotentes, porque recién estábamos despertando. Para otros, quizá con anterioridad, pero a partir de ese 17 de octubre despierta la conciencia de nosotros. Se hace carne que al pueblo tiene que respetársele como tal, cosa que Perón proclamaba diariamente”. Borro narró en esa oportunidad que el 12 de octubre, cuando apresaban a Perón, se decretó feriado sin pago del jornal. Ante la protesta de los obreros, los patrones les decían “vayan a reclamarle a Perón”.


El peronismo
“ El peronismo fue el mas alto nivel de conciencia al que llegó la clase trabajadora argentina “ sostenía John William Cooke. Sin embargo, como movimiento policlasista, y en el marco de la crisis posterior al derrocamiento de Perón y la Resistencia Peronista , la unidad política del movimiento se contradijo con las ideologías que cada clase social, inserta en su seno, representaba. Con respecto a los burócratas, anclados en la dirigencia del movimiento obrero, Cooke afirmaba: “El burócrata afirma que el peronismo no puede ser ‘clasista’, porque confunde la composición policlasista del Movimiento con su ideología, considerando que existen ideologías ‘policlasistas’ o ‘neutras’. No puede entender que, en un frente de lucha, con el policlasismo estamos todos de acuerdo, pero que la ideología sólo puede ser la revolucionaria del proletariado o la burguesa”.
El peronismo, lejos de ser comparable al nacionalismo burgués, propio de los países centrales expansionistas, es un exponente del nacionalismo revolucionario. Opuesto al folklorismo de los “nacionalistas” de casimir inglés, corbatas de seda natural y calzados Guante, quienes intentan fosilizar una historia pasada sin comprender que el movimiento es a la historia como el calor a la llama, el nacionalismo revolucionario es un nacionalismo de clase, porque clase trabajadora y nación son sinónimos en los países coloniales y semicoloniales. Por ello, cuando se habla de liberación nacional, se subsume en el término la liberación social, que no es otra cosa que hacer plenos los intereses históricos de los trabajadores en su lucha contra el capital y en relación con la construcción del socialismo. Saqueo y dominación nacional son sinónimos de superexplotación social y opresión étnica y cultural, incluída la liquidación la cultura nacional que, en un país oprimido, es una cultura de clase. Anticolonialismo y antiimperialismo no son otra cosa que anticapitalismo. La tercera posición, entonces, proclamada por el peronismo como una de sus banderas en cuanto a independencia política, no puede serlo en lo ideológico. “En un país formalmente independiente como el nuestro- con su gobierno ‘propio’, su ejército ‘propio’, su legislación ‘propia’, etc.- la dominación imperialista,  que establece que en los hechos no seamos realmente independientes sino una semicolonia, no se ejerce de manera franca, visible, tangible, como por ejemplo en los países coloniales, sino a través de personeros nativos (políticos profesionales, militares, tecnócratas, burócratas sindicales, etc-) que asumen su representación.”- sostuvo en su momento el ya fallecido y destacado muralista y compañero Ricardo Carpani. “La lucha nacional no se plantea, entonces, como lucha frontal contra un invasor extranjero- al menos por el momento- sino como lucha contra los aparatos represivos de un estado ‘nacional’, que representa indirectamente los intereses del imperialismo al representar directamente los intereses de las clases  y sectores nativos a él asociados. La lucha nacional pasa así por la liquidación política y económica, por parte de los trabajadores y el pueblo, de estas clases y sectores, junto con la maquinaria estatal (represiva) con que salvaguarda sus intereses. Es por ello que sus representantes políticos o ideológicos tienen especial interés en desfigurar el sentido de la lucha nacional, canalizando el sentimiento nacional de los trabajadores argentinos por una via muerta que impida el cumplimiento de aquellos objetivos, preservando así la continuidad de sus privilegios. Esa desfiguración de lo nacional se dirige principalmente a aislarla de la lucha de clases, como si fuera algo distinto, ajeno y hasta opuesto a ella, siendo corolario lógico la negativa rotunda a aceptar la distinción y contraposición entre nacionalismo revolucionario y nacionalismo burgués. Para los representantes de la burguesía nativa solo habría un nacionalismo que, naturalmente, es burgués…”
En el marco del peronismo, sostiene Carpani, “la representación oficial de la burguesía ‘nacional’ capituladora, junto con la cúpula sindical y política del movimiento, niegan la distinción entre nacionalismo revolucionario y nacionalismo burgués en el seno mismo de dicho movimiento, tratando de ocultar la contraposición irreconciliable de los intereses de clase que uno y otro representan. De este modo no aceptan- ni pueden aceptar- pese a su contundente evidencia, la existencia de dos peronismos: el burgués y el burocrático, por un lado, y el peronismo obrero y revolucionario, por el otro”.
“Donde hay un obrero está la Patria”- decía Evita. “El peronismo será revolucionario o no será nada”- repetía.
En estos momentos cruciales, en otras circunstancias históricas, momentos políticos, alianzas coyunturales, y relaciones/contradicciones locales,  regionales y mundiales, pero frente al mismo imperialismo, todavía mas ávido de conquistas y saqueos en el marco de su crisis orgánica, vale recordar este 17 de octubre con el ánimo revolucionario de siempre, con más experiencia y mas consecuencia para lograr la revolución inconclusa, socialista, que el peronismo se debe en su trayectoria hacia la liberación nacional y social de la patria.

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