"Sueño con una América Latina más fuerte"


En
la imagen, Lula acompaña a Dilma Rousseff durante un acto de campaña
realizado este sábado en Sao Paulo. Sobre la candidata por el Partido de
los Trabajadores, el presidente brasileño dijo: Un gobierno no puede
querer hacer 500 cosas (...) Ella (Rousseff) tiene que definir
correctamente cuáles son sus prioridades y lanzarse a ello, porque si
intenta hacer 500 cosas, no lo conseguirá
No
creo que el Estado deba tener un medio oficial para transmitir (...) Lo
que el Estado necesita priorizar es, primero, la pluralidad de las
informaciones, y, al mismo tiempo, la seriedad de las mismas. La imagen,
en el palacio de Planalto, en agosto pasadoFoto Reuters
Carmen Lira Saade
Periódico La Jornada
Domingo 3 de octubre de 2010, p. 2
Brasilia.
–Señor Presidente, ¿es golpista la elite política de su país y en
particular la poderosa elite periodística de Brasil, como insinúan
algunos medios que usted ha llegado a acusar?
–Para
que un golpe de Estado fraguado desde el exterior tenga éxito
–responde– necesita apoyo interno, apoyo que sólo elites políticas
nefastas (que toda nación latinoamericana tiene en su seno) pueden dar.
Pero hay que diferenciar: dentro de la elite existen varios sectores:
uno se encuentra también con empresarios de alta calidad, empresarios
con una fuerte visión nacional y desarrollista. Pero cuando yo digo
elite política, me estoy refiriendo a aquellos que deciden el destino
del país.
Y
Lula rememora los momentos en que esos grupos pusieron en jaque a la
gran nación brasileña, orillando al suicidio a un primer mandatario, el
presidente Getulio Vargas (1954); acosando, casi hasta el derrocamiento,
al gobierno de Juscelino Kubitschek (1956-61), y deponiendo a su
sucesor Joao Goulart mediante un golpe militar (1964).
Lula es cauto, pero tras los enfrentamientos recientes que ha tenido con los medios, acaba hablando claro:
“Esa
misma elite –amplía el presidente brasileño– es la elite de hoy, con
sus herederos directos que obtuvieron no solamente el patrimonio
(material), sino a veces, también, el mismo comportamiento y conciencia
política” de sus antecesores.
Cuando
Lula alcanzó la presidencia, esos mismos grupos esperaron su fracaso:
apostaron a “que la izquierda y su obrero metalúrgico iban a sucumbir
por su incapacidad para gobernar el país. Pero hemos podido demostrar
–dice satisfecho– que se puede gobernar sin almorzar, comer o desayunar
con los dueños de los medios de comunicación”, dice contundente.
Entiendo y respeto el rol de ellos. Espero que ellos entiendan y
respeten el mío.
Sin
embargo, en los momentos actuales no puede decirse que el presidente
tenga espacios seguros en los diarios, ni tiempos frecuentes en la
televisión. Es raro encontrar elogios para él, aunque tampoco lo atacan
en demasía, salvo en ocasiones especiales en que el golpeteo deriva en
campaña feroz de desinformación en su contra.
No,
al presidente de Brasil la elite en el poder de los grandes medios
simplemente lo ignora. Y con ignorarlo a él, han olvidado o dejado de
lado a grandes sectores de hombres y mujeres trabajadores como los Sin
Tierra, del movimiento social-agrario más grande de América Latina, con
alrededor de un millón y medio de campesinos sin tierra organizados que
no han sido debida y oportunamente atendidos por el gobierno de Lula, a
pesar de que, en su momento, le dieron su apoyo electoral.
–¿No se habrá corrido demasiado al centro?, sospechan algunos.
–Yo
me considero un hombre de izquierda y los resultados de las políticas
que implementamos son todo lo que la izquierda soñaba que se hiciera–
sostiene.
“Nunca
me gustó rotularme pero –insiste– sigo siendo de izquierda. Soy un
hombre de convicciones, de principios” –ha dicho en reiteradas
ocasiones–: Sé de dónde vengo, quiénes son los amigos verdaderos,
quiénes los ocasionales, a dónde voy y a dónde voy a volver.
Si
por los medios de comunicación fuera, nadie tampoco en Brasil se habría
enterado de que en los últimos ocho años, el gobierno que él encabeza
ha sacado de la miseria absoluta a 27 millones de personas; ni que,
simultáneamente, ha elevado a la clase media a 36 millones de brasileños
pobres, ni que ha creado, en sus dos mandatos de cuatro años –cada
uno–, 15 millones de empleos. No es poca cosa y, sin embargo, nadie de
la gran prensa lo cacarea.
Quizás
lo que produce mayor frustración entre sus detractores es que estaban
seguros que un hombre que venía de la izquierda y del sindicalismo no
iba a saber conducirse democráticamente.
La
democracia, para mí, no es media palabra, ataja de inmediato… La
democracia, para mí, es una palabra entera, sólo que algunos entienden
por democracia apenas el derecho del pueblo a gritar que tiene hambre, y
yo entiendo por democracia no el derecho de gritar sino el derecho de
comer. Esa es la diferencia fundamental, remarca. Democracia para mí es
permitir el derecho a la conquista y no permitir sólo el derecho a la
protesta.
Luiz
Inacio da Silva –Lula para todo el mundo–, el humilde obrero que no
habla más idioma que su portugués materno; que no fue nunca a una
universidad –no hay universidad, además, que enseñe a gobernar–, ha
creado, sin embargo, en el tiempo que lleva en el poder, 12 nuevas
universidades y 105 extensiones universitarias para 545 mil nuevos
alumnos, 40 por ciento de ellos negros (pobres de las periferias
citadinas). Y gobierna, sin más crédito que el que le dio su pueblo, el
país más grande y más poblado (191.5 millones de habitantes) de América
Latina, donde lleva adelante la mayor acción social y educativa de que
se tenga memoria en el sur del continente.
De
acuerdo con encuestas nacionales y extranjeras, a estas alturas y tras
ocho años al frente de la nación, el presidente Lula tiene una
aceptación ciudadana de más de 80 por ciento. Ningún político en el
mundo democrático y en medio de la crisis global, cuenta con un
reconocimiento siquiera cercano, que a unas horas de las elecciones
presidenciales en este su país, ha hecho prácticamente invencible a su
ungida candidata Dilma Rousseff, quien puede ganar en una primera vuelta
comicial.
A
él le costó 12 años y tres elecciones fallidas llegar a la victoria.
Cada derrota no traía amargura, pero sí un gran sufrimiento, al que se
sobreponía no sin cierta dificultad: Yo perdía en noviembre y ya en
enero estaba de nuevo al frente de mi tropa para levantarle el ánimo y
volver a recorrer con ella el país, ha dicho el presidente. Teníamos que
luchar y perseverar. Fue la perseverancia la que me trajo hasta donde
he llegado. La sola evocación de aquellos días trae un brillo a sus
ojos.
“Hoy
pienso –creo– que ahí intervino el dedo de Dios… Sí, fue seguramente el
dedo de Dios el que evitó el triunfo a nuestro favor en las tres
elecciones, porque no deberíamos haberlas ganado”.
–¿Por qué?
–Porque
nosotros éramos muy radicales en ese entonces. Si yo hubiera ganado,
con el discurso tan duro como el que tenía, no habría durado ni seis
meses en el poder. “Sí, sí –dice en entrevista de hace unos meses con el
Canal Encuentro de la televisión argentina–: fue el dedo de Dios el que
nos salvó y salvó al país, porque para llegar a ser presidente tiene
que haber en el individuo una evolución de la conciencia política”,
subraya. Ya estaba destinado que yo llegara al gobierno de mi país, más
fortalecido y con más conocimientos y sabiduría, aunque fuera después de
12 años de intentos, dice a manera de consolación. Y también, diríamos
nosotros, con muchas lágrimas (aunque de júbilo), porque, ¡ah, cómo
lloró! aquella noche de su primer triunfo (27 de octubre de 2002), en
medio de ese salón cercano a la avenida Paulista, al que acudieron
políticos de la nueva y vieja guardia; sindicalistas, artistas,
dirigentes y militantes de partidos de todo el continente, para celebrar
la victoria largamente anhelada por ese hombre que, luego de pronunciar
un brillante discurso, quedó mudo y, sin rubor alguno, enjugaba sus
lágrimas.
Para
algunos –sobre todo para la tropa periodística que lo acompañaba de
costumbre– no era extraño ver llorar en público al nuevo líder de tamaño
país. Lula es extremadamente sensible. Es un llorón natural, explicaba
un viejo conocido. ¡Pero no un cagón!, aclaraba iracundo, por si había
malos entendidos, uno de sus múltiples seguidores.
Hoy,
ese hombre que todavía al inicio de los años 80 del siglo pasado
detestaba la política y que no se interesaba por otra cosa que no fuera
su sindicato o, ya con mucho, por la política sindical, se codea con las
más importantes figuras de la escena política internacional de su
tiempo, como Fidel Castro, quien, dice, le enseñó a convertir un fracaso
en una victoria; o los líderes de Rusia, India y China, con quienes ha
formado el BRIC, para llevar adelante una política multipolar. Son
ampliamente conocidos y reconocidos sus esfuerzos en favor de un nuevo
orden mundial, tanto en lo geopolítico como en lo económico.
Pese a ello, dice llevar una buena relación con Barack Obama (quien se refiere a él como un buen tipo).
Antes
lo hizo con George Bush (hijo), un hombre que se la pasaba hablándome
de Irak todo el tiempo y de la guerra que libraba con ese país. Pero yo
no tengo nada contra Irak, señor presidente, le había dicho. Mi única
guerra es contra el hambre.
Brasil
es, con Lula, muy popular en el mundo árabe e islámico. Se habla de un
BIT, la alianza mediante la declaración de Teherán con Turquía e Irán.
En esta nación existe una política bien diseñada hacia África, donde
Lula ha abierto más de 30 embajadas (México tiene tres), y, en
particular, con las antiguas colonias portuguesas, con las que ha
entablado excelentes relaciones económicas. Los primeros socios
económicos de Brasil son hoy (en orden descendente) China, la Unión
Europea y Estados Unidos. Con China, Lula practica una complementariedad
geoeconómica. Se calcula que Pekín invertirá en Brasil, durante el
próximo cuatrienio, 40 mil millones de dólares por año.
En
un reciente artículo publicado en Le Monde, el canciller Celso Amorim
se refirió a los grandes ejes de la política brasileña: la Unión de
Naciones Suramericanas (Unasur), la multipolaridad, el BRIC, el derecho a
usar en forma pacífica la energía nuclear, etcétera.
En
los hechos, Lula inicia la restatización de Petrobras y la creación de
una supraempresa llamada Petrosal, de propiedad estatal.
El Lula temeroso de los comienzos de sus gobiernos da paso naturalmente a un Lula exultante por tantos éxitos.
A
continuación, la versión completa de la entrevista que el presidente
Lula concedió a La Jornada, al periódico electrónico de Brasil Carta
Maior y al diario argentino Página 12, en el Palacio de Planalto, sede
del gobierno brasileño, en la ciudad de Brasilia, pocas horas antes de
la asonada policial que intentó deponer al presidente constitucional de
Ecuador, Rafael Correa.
En la presidencia se aprende primero a gobernar
–¿Qué
diferencia hay con el Lula de 2003 y su relación con el Lula de 2010?
¿Qué le ha enseñado, qué ha aprendido, cómo se ha transformado, en qué
ha cambiado con el ejercicio de la presidencia?
–Pienso
que en la presidencia se aprende primero a gobernar. Cuando se llega a
la presidencia de la república, uno se encuentra con la convivencia de
muchos años de oposición, en la cual uno va a un debate, a una reunión y
dice a sus interlocutores yo pienso, yo considero, yo creo. Cuando se
está en el gobierno, ya no se piensa, no se considera, no se cree; se
hace o no se hace. Y el gobierno es una eterna toma de posición. Se
aprende a tener más tolerancia y se aprende a consolidar la práctica
democrática, porque la convivencia política en la adversidad es una
estupenda enseñanza para quien cree en la democracia como un valor
inconmensurable en el arte de hacer política. Y eso se aprende solamente
ejercitándolo todo el santo día. No creo que haya una universidad capaz
de enseñar a alguien a hacer política, a tomar decisiones. Uno puede
teorizar, pero entre la teoría y la práctica hay una gran diferencia en
el día a día. Pienso que eso es lo aprendido. Por ejemplo, mi segundo
mandato, todo el mundo sabe que yo tenía miedo del segundo mandato.
Tenía miedo del agotamiento, tenía miedo del aburrimiento, tenía miedo
de volver a repetir lo mismo.
“Cuando
creamos el PAC (Programa de Aceleración del Crecimiento), en verdad
hicimos un transplante de todos los órganos vitales del gobierno, e
hicimos un nuevo gobierno, mucho más productivo, mucho más eficaz, mucho
más activo, y hay cosas que están pasando. Pienso que eso, para mí, fue
un aprendizaje estupendo… Necesito continuar aprendiendo porque pasar
por la presidencia, enfrentar las adversidades que enfrentamos, y llegar
al final del mandato en la situación en la que estamos llegando, creo
que el ejercicio de la democracia fue intensamente practicado. Fueron 72
conferencias nacionales sobre todos los temas, desde la seguridad
pública a la comunicación, desde la ‘portación de deficiencia’ al GLBT
(gays, lesbianas, bisexuales y transgénero), y todas las políticas
resueltas por nosotros fueron resultado de esas conferencias. El pueblo
participó activamente en las decisiones y en las políticas públicas del
gobierno. Entonces, ese es el cambio fundamental… Y aprendimos a gastar,
y aprendimos a realizar obras, a invertir.
“Y
la revolución que hay en Brasil, el día en que la prensa brasileña
resuelva divulgarla, el pueblo se va a dar cuenta por qué cuando hay
encuestas el gobierno aparece con 80 por ciento de aprobación. No es
Lula, es el gobierno el que aparece con 80 por ciento de aprobación en
el octavo año de mandato.
“¿Cuál
es el fenómeno? Porque no depende de la prensa. Si dependiese de la
prensa, yo tendría 10, menos 10. Estaría debiendo puntos. O sea, ¿qué
fenómeno es éste? El fenómeno es que las cosas llegan a las manos del
pueblo. El pueblo está recibiendo los beneficios, el pueblo está viendo
que las cosas se llevan a cabo… Creo que ese fue el cambio más grande
que he visto del 2003 al 2010.”
–Usted
acaba de mencionar algo muy interesante para los mexicanos. Hicimos
cosas que algún día la prensa va a divulgar. ¿No fue divulgado por el
gobierno?
“En
Brasil hay un debate muy interesante. He notado que no es un debate
sólo en Brasil. Existe el mismo debate en Argentina y otros países de
América Latina. Hasta Obama, cuando tomó posesión, dijo que Fox (News)
no era un medio de comunicación, era un partido político. Bueno, yo
converso con muchos dirigentes del mundo entero. Todo el mundo reclama.
Yo no reclamo demasiado a la prensa porque creo que llegué a donde
llegué por la prensa: contribuyó mucho para que yo llegase a donde
estoy. Por tanto, soy un defensor de la libertad de expresión y la
democracia. Ahora, hay gente que confunde la democracia, la libertad de
comunicación, con actitudes extemporáneas. No sé si es algo mundial que
no hay noticias buenas, que no venden diarios: tal vez lo que hace que
se vendan diarios es el escándalo…
“Yo
nunca… yo voy a terminar mi mandato sin haber comido con el dueño de un
diario, el dueño de una televisora, el dueño de una revista, durante mi
mandato. Mantuve con ellos una relación democrática, respetuosa,
entendiendo su papel y buscando que entiendan mi papel. Creo que muchas
veces el pueblo conoce las cosas buenas que suceden en este país porque
las divulgamos, en publicidades de gobierno, y las divulga Internet, las
divulga el blog, las divulga el blog de Planalto; pero a veces, si
dependiese de determinados medios de comunicación, simplemente no
hablarían sobre eso. Algunos hasta dicen ‘mira, a nosotros no nos
interesa hacer esta cobertura oficial, la inauguración de las cosas’. No
tienen interés. Puede ser verdad…
“Yo
pienso que si el pueblo estuviese mejor informado, sabría más cosas y
podría tener un mejor juicio. Entonces, para mí, el arte de la
democracia es ése: que las personas tengan seguridad de la calidad de la
información, de la rectitud de la información, de la neutralidad de la
información. El asunto es que muchas veces, quien ha acompañado a la
política brasileña va a percibir que era mucho más fácil que algunos
medios de comunicación asumiesen, categóricamente, su compromiso
partidario. Ahí la gente sabría quién es quién, pero no funciona así en
Brasil. Parece todo independiente, pero basta leer los titulares para
ver que la independencia termina donde comienza (la declaración).
“Bueno,
es un proceso de aprendizaje, tenemos muy poco tiempo de democracia…
estamos viviendo el mayor período de democracia continua en Brasil, a
partir de 1988, de la Constitución, a partir de la elección del
presidente (José) Sarney. Son veinte y pocos años; por lo tanto, es una
democracia muy incipiente, que está muy fortalecida y con instituciones
sólidas. Aquí, tuvimos un impeachment y no sucedió nada. Aquí se eligió a
un metalúrgico y estamos viendo un avance general en América Latina,
creo que eso va consolidando a la democracia, independientemente de los
nostálgicos que siempre decían que un metalúrgico no podía llegar a la
cima, que un indio no podía llegar a la cima, que un negro no podría
llegar a la cima… que una mujer no podría llegar a la cima.
“Estamos
rompiendo esos tabúes y estamos demostrando... creo que es eso lo que
debía ser valorado: la izquierda en América Latina optó por la
democracia, y está llegando al poder en varios países por la vía de la
democracia. Y quien da golpes no es la izquierda. No fue nadie de la
izquierda que dio el golpe en Honduras. Entonces, la gente necesita
saber que si la información fluyera correctamente, esto facilitaría la
vida de la gente en la toma de decisiones.
Pienso
que en Brasil vamos aprendiendo, y vamos construyendo nuestra
democracia y, sinceramente, soy un hombre que no tiene derecho a
reclamar, porque voy a terminar mi mandato con la mayor aprobación con
la que haya terminado un gobierno. Hay gente que no comienza con lo que
voy a terminar. Entonces, tengo que agradecer al pueblo brasileño,
agradecer a la democracia brasileña y, por qué no decirlo, a la prensa,
porque su comportamiento, a favor o en contra, fue formando un juicio de
valor. Sostengo algo que vale tanto para la prensa como para el
comportamiento cotidiano: si se está, todos los días, en favor del
gobierno, se pierde credibilidad. Pero si todos los días se está en
contra, también se pierde credibilidad. Los dos extremos, cuando se
tocan, dan como resultado una estupidez. Entonces, hay que hablar de las
cosas buenas del gobierno cuando pasan, para tener credibilidad cuando
se habla de las cosas malas que pasan y tener la misma credibilidad.
Creo que eso es lo que permite el desarrollo y la consolidación de la
libertad de comunicación en el país. Es el compromiso con la verdad,
solamente la verdad y nada más que la verdad, le duela a quien le duela.
Lula
insiste en los resultados de sus ocho años de gobierno en materia de
empleo, pobreza y destaca que al mismo tiempo se crearon varios
programas “para atender a la parte más pobre de la población; programas
simples, pero programas objetivos, como el programa Bolsa Familia, como
el programa Luz para Todos, como el programa PPA, que es un programa de
compra de alimentos, un programa para la agricultura familiar.
“Esas
son decisiones de políticas públicas que no estaban previstas en el
escenario político nacional. Creo que el pueblo brasileño vive hoy más
feliz, vive mejor y tenemos que ser concientes de que aún falta mucho
por hacer en Brasil. Espero que la compañera Dilma (Rousseff) pueda, en
los próximos tiempos, concluir el trabajo que comenzamos y que probamos
era posible hacer en Brasil, y que hicimos con mucha fuerza y, diría,
con mucha eficacia.
“No
quiero ser presumido, pero creo que hicimos, desde el punto de vista de
la política social, una revolución en Brasil, que aún no ha terminado…
porque no se consigue desmontar todo el aparato de exclusión de 500 años
en ocho años. Pero tenemos una base extraordinaria, y creo que esa
experiencia debe ser conocida en otros países.
“Porque
algunas cosas son sagradas para nosotros. Se puede combinar crecimiento
económico con baja inflación. En Brasil parecía imposible que eso
sucediera. Se puede combinar aumento real de salarios y mantener la
inflación controlada, eso parecía imposible en Brasil. Mantener una
política de exportación creciente y, al mismo tiempo, una política de
fortalecimiento del mercado interno brasileño, ¡eso era imposible que
sucediera!
“Todas
esas cosas, todas esas cosas demuestran un grado de estabilidad en las
políticas que logramos que se mantuviera más de cuatro o más de ocho
años consecutivos; ciertamente, dentro de poco tiempo seremos la quinta
economía del mundo, porque las condiciones están dadas. Creo que todo
eso fue realizado a partir de la relación que establecimos con la
sociedad. Me preocupaba, antes de ser presidente, definir cuál sería la
relación del Estado con la sociedad y cuál sería la relación del
gobierno con la sociedad. Nos llevó algún tiempo para que el segmento
más pobre de la población, los trabajadores organizados, pudieran verme,
en el ejercicio de la presidencia, como uno de ellos. Hoy, millones de
brasileños cuando me ven, me ven como uno de ellos que llegó aquí, y eso
dio más credibilidad y más posibilidades de hacer cosas, y también más
irritación a nuestros adversarios.
“Como
nuestros adversarios están fragilizados en sus partidos, utilizan
algunos medios de comunicación para hacer una gran oposición al
gobierno, y nosotros, en lugar de ponernos nerviosos, tenemos que estar
felices, porque esto forma parte del proceso democrático.
“A
veces, tengo la impresión de que había gente que buscaba provocarme
para que yo tomase una actitud más ríspida contra cualquier medio de
comunicación, para que yo intentara hacer alguna intervención, para que
yo intentara… y cuanto más me golpeaban ellos, más democracia; y cuanto
más me golpeaban, más libertad de expresión, hasta que todo el mundo se
dio cuenta que sólo hay un juez: el lector, el telespectador, el oyente.
Son ellos los que nos juzgan. Él sólo va a leer lo que quiera leer y
sabe interpretar, sólo va a asistir a lo que quiera asistir y sabe
interpretar, y no quiere más intermediarios, no quiere más al tal
formador de opinión pública. Ese que se pone una corbata, va a la
televisión, da una entrevista y se autodenomina formador de opinión
pública y cree que todo el mundo va a seguirlo. Hay un presidente de una
Central Única, aquí en Brasil, que representa a millones de
trabajadores: él no es un formador. Esas cosas cayeron por tierra.
“El
pueblo brasileño no quiere intermediarios. Quiere hablar por su boca,
ver por sus ojos y tomar decisiones con su conciencia. Se terminó el
tiempo en que la ‘casa grande’ (la hacienda) decía y la senzala (el
alojamiento de los esclavos) tenía que obedecer, se acabó.”
–El
pueblo brasileño no tiene la posibilidad de escuchar sus discursos, de
leerlos, a menos que acuda a un acto político y lo escuche directamente,
y a veces la prensa hace de intermediaria. ¿No cree usted que sería
necesario tener espacios en que el presidente de la república rindiera
cuentas, hablase?
–Mire,
temo… me da miedo algo oficial. Eso termina por no tener credibilidad.
Puede tener credibilidad durante un tiempo, pero después pierde
credibilidad. Tengo un programa de radio de cinco minutos, todos los
lunes, que yo ya tengo tiempo para, caramba, tener que hablar seis
minutos. El domingo a la noche grabo todo y lo transmite quien quiere
transmitirlo, no es obligación. Tenemos la NBR, que es una televisora
del gobierno, que divulga íntegramente lo que hace el gobierno, todos
mis discursos son transmitidos íntegramente.
“La
televisión pública que estamos construyendo todavía está en un proceso
de fortalecimiento. No queremos que sea vista como un canal para
transmitir actividades del presidente, no queremos eso, porque nadie
aguanta eso todos los días. Creo que los medios de comunicación, todos,
en el momento en que todos asumimos un compromiso con la verdad,
estaremos satisfechos. No creo que el Estado deba tener un medio oficial
para transmitir. Creo que el Estado debe tener una televisión pública
que tenga una programación de calidad, competitiva en cuanto a
contenido, a forma. Creo que el Estado no debe competir con las privadas
en cuestión de financiamiento. Lo que el Estado necesita priorizar es,
primero, la pluralidad de las informaciones, porque eso es lo que va a
dar credibilidad al Estado; y, al mismo tiempo, la seriedad de las
informaciones. La televisión pública no tiene que decir que el
presidente Lula está de traje blanco o de traje negro; que es bueno con
la pelota, o malo con la pelota. Si tiene ese compromiso, puede ser que
un presidente u otro no guste, pero la democracia estará agradecida.
“Usted
sabe que yo antepongo la democracia, porque yo no sé si yo hubiese
llegado a la presidencia si no fuese una democracia. Veo, por ejemplo,
aquella foto del primer gobierno de la Revolución Rusa: ahí no hay un
metalúrgico en la dirección. Y así, siempre, en varias revoluciones, la
dirección es toda de clase media, intelectual. Aquí nosotros conseguimos
democráticamente crear un partido con una mayoría de trabajadores,
llegar a la presidencia de la república en 20 años. Recuerdo la primera
reunión que tuve, en junio de 1990, cuando convocamos en Sao Paulo en el
hotel Danubio, la primera reunión de la izquierda de América Latina.
“Yo
había sido derrotado en la elección del 89, pero resulté fortalecido.
Porque en el 82 fui candidato a gobernador de Sao Paulo y salí en cuarto
lugar: tuve un millón 250 mil votos. Y quedé devastado, me sentí el más
insignificante de los seres humanos por haber tenido solamente un
millón 250 mil votos. Y mi partido tenía una propaganda que era una
locura, no podía aparecer hablando por la televisión. Aparecía una voz
diciendo: ‘Luiz Inacio Lula da Silva: ex tintorero, ex sastre, ex
limpiabotas, ex tornero mecánico, ex sindicalista, ex preso político...
un brasileño igualito a tí’. Había otro que decía: ‘Altino Dantas
(miembro del PT): hijo de general, condenado a 96 años de prisión’.
‘Athos Magno: secuestró un avión…’ O sea, parecía más un prontuario
policial, un boletín, más que una campaña política.
“Entonces,
me quedé muy triste y perdí. Una vez, yo fui a Cuba, y conversando con
Fidel Castro, él me dijo: ‘Lula, ¿tú te diste cuenta en qué lugar del
mundo un obrero tiene un millón 250 mil votos? ¡No tienen eso, Lula!
¡Tienes que ver como estupenda esa votación que tuviste!’ Entonces
comencé a creer que mi derrota era una victoria. En el 89, tuve 40 y
algo más por ciento de los votos en la segunda vuelta, y creí que era
posible consolidar la democracia en América Latina. Convocamos entonces a
todos los partidos de izquierda. De Argentina vinieron cuatro o cinco,
de República Dominicana, 10 o 12, porque tenía grupos de izquierda de
dos, de tres… No conversaban entre ellos.
“Siempre
bromeo que la única cosa que unificaba a aquella izquierda era
Maradona, porque Argentina estaba en la Copa del Mundo. ¿Y qué pasó?
Ideamos el foro de Sao Paulo, comenzamos a reunirnos y hoy todos los
partidos llegaron al poder. A (Hugo) Chávez no quise recibirlo, no
queríamos que viniese, que participase del foro, porque era golpista.
Hoy, uno ve América Latina: todo el mundo que participó en el foro de
Sao Paulo llegó al poder por la vía del voto. Creo que eso es
extraordinario. La gente aprendió. ¿Cómo es que un indio llega al poder
en Bolivia si no es por la participación popular? Creo que esa es la
revolución: Mandela en África del Sur, Evo Morales, Lula en Brasil,
Obama en Estados Unidos.
“No
es poca cosa que los estadunidenses hayan votado a un negro para
presidente. Primero, hubo una revolución en el Partido Demócrata para
ganarle a una rubia de ojos azules (Hillary Clinton) –no tengo nada
contra las mujeres de ojos azules, ¡mi mujer los tiene azules!–, y
después ganarse al pueblo estadunidense. Obama es un presidente que no
tiene que hacer demasiado. Sólo debe tener la osadía que el pueblo
estadunidense tuvo al votarlo. Sólo eso. Pienso que la democracia está a
todo vapor en nuestra querida América Latina.”
–¿Usted ha acusado de golpista a la prensa de su país?
–No,
no. Yo no utilizo la palabra golpismo. Para entender es preciso
acompañar a la prensa brasileña y ver lo que quisieron hacer en 2005. Y
que ellos no estaban acostumbrados, porque la elite brasileña, en el 54,
llevo a Getulio (Vargas) a la muerte. Es importante recordar que ellos
decían que Juscelino (Kubitschek) no podía ser presidente, no podía ser
candidato, si era candidato no podía ganar, si ganaba, no podía tomar
posesión, y si asumía, no iba a poder gobernar. Así hablaban de
Juscelino en el 55, ¡así! Esa misma elite es la elite de hoy, no
representada por los más viejos, pero sí por los más nuevos que
heredaron no solamente el patrimonio, sino a veces también el mismo
comportamiento y conciencia política. Ese es un dato, ese es un dato
objetivo. Después llevaron a Joao Goulart a renunciar, defendieron el
golpe militar.
“Cuando
yo llego a la presidencia, pensaron dos cosas: ‘Bueno, vamos a respetar
la democracia y vamos a dejar al operario llegar hasta ahí’. El obrero
llegó, y ellos alentaban, creían píamente que yo iba a ser un fracaso
total y absoluto, que la izquierda y su obrero metalúrgico iban a
sucumbir por la incapacidad para gobernar el país. Ese era el
pensamiento. ¿Qué pasó? El obrero comenzó a hacer más que ellos, y ahí
se quedaron nerviosos.
“Tengo
una trayectoria que va desde el movimiento sindical. La democracia,
para mí, no es media palabra. La democracia es una palabra entera, sólo
que algunos entienden por democracia apenas el derecho del pueblo a
gritar que tiene hambre, y yo entiendo por democracia no el derecho de
gritar, sino el derecho de comer. Esa es la diferencia fundamental:
democracia, para mí, es permitir el derecho a la conquista, y no
permitir sólo el derecho a la protesta. Ese es un tema delicado, un tema
que pone nervioso.
“Hicimos
una conferencia de comunicación aquí en Brasil, una gran conferencia de
comunicación. Participaron algunos dueños de medios de comunicación,
participó personal de telefonía, participaron miembros de movimientos
sociales, participaron los blogueros… todos participaron. Algunos no
quisieron participar.
“No
me voy a quedar quejándome, pero sí podrían acompañar (la prensa). Yo
no creo que haya habido un presidente que hubiese tratado a la
democracia con la importancia con la que la traté, porque yo sé cuán
importante es para mí. Pero algunos comprenden de manera diferente…
también eso es democracia. Pero es importante entender lo que sucedió en
Brasil. El pueblo brasileño levantó la cabeza, la autoestima a un nivel
extraordinario, y pienso que eso sólo va a mejorar. Cuando la gente
percibe que cuanto más pluralismo hay, cuantas más opciones hay, mejor
informado estará el pueblo, porque ahí el pueblo tiene una canasta de
informaciones. Por eso es que creo que es importante la revolución de
Internet, que mucha gente todavía no comprende, o no quiere comprender.
Ahora, todo después de Internet es viejo, todo, porque Internet es
tiempo real… No sé cómo es que el mundo va a sobrevivir a esta avalancha
de posibilidades de información que la sociedad tiene. La gente
interactúa, responde, critica, se siente coautora de la noticia, creo
que eso es extraordinario.”
–A
su juicio, ¿quién es responsable de los golpes de Estado que ocurren en
América Latina: el imperio o las elites nacionales, o ambos?
–Hay
que diferenciar que dentro de la elite existen varios sectores. Uno
encuentra empresarios brasileños que son empresarios de alta calidad,
empresarios con una fuerte visión nacional, con una visión
desarrollista. Cuando yo hablo, hablo de elite política, aquellos que
deciden el destino del país. Y en América Latina tenemos una mentalidad
colonizada. Hasta hace poco, en Argentina, los gobernantes se quedaban
discutiendo quién era más amigo de Estados Unidos, quién era más amigo
de Europa; aquí en Brasil pasa lo mismo. Con la entrada de (Néstor)
Kirchner y de Cristina (Fernández), uno puede estar en desacuerdo –es
legítimo el desacuerdo–, pero hubo un cambio en Argentina, con una
visión del mundo con más independencia, con más soberanía. Lo mismo pasó
en Brasil, en Venezuela, en Ecuador, está pasando en el mundo.
“Nunca
acepté la idea de quedarnos sentados sobre nuestros errores, criticando
sólo al imperialismo: ‘¡Ah!, somos pobres por culpa del imperialismo
estadunidense; estamos enfermos por culpa del imperialismo
estadunidense; nos pasó por culpa del imperialismo estadunidense’. Esa
es media verdad. La otra verdad es que la elite política de cada país se
subordinó cuando no necesitaba subordinarse. Es más fácil criticar a
los otros en vez de ver nuestros defectos. Creo que es una vergüenza lo
del muro de México y Estados Unidos. Creo que es una vergüenza, después
de toda la glorificación de la caída del Muro de Berlín, que haya un
muro en México y que haya un muro en Israel. Creo que es muy vergonzoso
para la humanidad. Pienso que el único muro que deberíamos asimilar es
la Muralla China, que se transformó en algo turístico. El resto son
muros segregadores, y nadie dice nada, nadie dice nada. No se ven
fotografías del muro que separa a México de Estados Unidos en los medios
de comunicación.
Creo
que eso es grave. Uno no puede echarle sólo la culpa a los otros.
Tenemos que saber lo siguiente: ¿en qué fallamos, como elite política,
como elite intelectual, como pueblo, en qué fallamos? En la construcción
de nuestra imagen, de nuestra personalidad, de nuestra riqueza. Creo
que esa es la discusión que necesitamos. Porque es muy fácil, por
ejemplo, que Chávez diga que Venezuela era pobre a causa de los yanquis,
que estaban explotando ahí a PDVSA (empresa petrolera venezolana). No,
Venezuela era pobre porque mucha gente de la elite de Venezuela se
beneficiaba con el comportamiento de los estadunidenses. Creo que hace
falta decir estas cosas de manera categórica. No eran los yanquis los
que llevaron a Bolivia al empobrecimiento. Ellos tuvieron políticas para
Bolivia, adoptadas por la elite política de Bolivia, que llevó al
pueblo de Bolivia al empobrecimiento. Lo que quiero decir es que la
gente no puede sólo criticar a los de afuera sin comprender a los
serviciales de adentro.
—Algunas personas elogian al presidente Lula porque es una continuidad del ex presidente Fernando Henrique Cardoso…
–Primero
vamos a dejar claro lo siguiente: si yo hubiese continuado la política
de Fernando Henrique Cardoso Brasil hubiera quebrado. Nosotros sólo
llegamos adonde llegamos porque hicimos las cosas de manera diferente.
Sólo quería decirte que cuando yo asumí la presidencia, Petrobras valía
13 mil millones de dólares de su valor patrimonial. Y hoy Petrobras vale
220 mil millones de dólares. Algo cambió.
“Cuando
llegué al gobierno la consigna era que el gobierno no podía gastar, no
podía hacer inversiones porque todo tenía que garantizar el superávit
primario. Y había que cuidar el déficit. ¿Qué sucedió? Nosotros, que
estábamos subordinados al FMI, nos libramos del FMI. Nosotros, que no
teníamos ninguna reserva, vamos a llegar al final del año con 300 mil
millones de dólares de reservas. Nosotros, que éramos deudores, nos
volvimos acreedores del FMI. Y la situación de Brasil cambió
radicalmente; incluimos a los millones de excluídos que no eran tomados
en cuenta. Éramos un país de economía capitalista sin capital, sin
crédito, sin inversión.
“Cuando
comencé mi vida política en el sindicato, había gente de ultraizquierda
que me tildaba de agente de la CIA, sobre todo el personal con buenos
empleos. Muchas veces, la gente quería saber cuál era mi perfil
ideológico… iba a un debate y la gente: ‘¿Qué eres? ¿Esto o aquello?’.
Yo decía: ‘soy tornero mecánico’. ‘¿Eres comunista?’. ‘No, soy tornero
mecánico’. Porque a mí nunca me gustó ser etiquetado.
“Cada
país tiene sus particularidades. Los Kirchner, tanto Néstor como
Cristina, tienen su estilo de gobernar. El dato concreto es que
Argentina está mejorando, ese es un dato concreto y objetivo. Nuestro
querido Pepe Mujica tiene su modelo de gobierno; el hecho concreto es
que Uruguay está mejorando. Yo tengo mi estilo, el hecho concreto es que
Brasil está mejorando. Evo tiene su estilo; el hecho concreto es que
Bolivia está mejorando, y esto vale para todo el mundo. Eso es lo que me
interesa. Esa cosa de la prensa de decir: ‘Lula es el buenito y Chávez
el malo’. Chávez tiene que ser bueno para el pueblo de Venezuela, y yo
tengo que ser bueno para el pueblo de Brasil, y la verdad es que
Venezuela mejoró con Chávez, esa es la verdad. ¿En cuántas elecciones
participó Chávez en estos tiempos, eh? Y las ganó todas, acaba de ganar
una más: ‘Ah, pero no es la mayoría’. Perfecto, creo que va a ser bueno
para Chávez, porque va a tener que ejercitar el debate político con más
fuerza, ejercer más la democracia. Pienso que eso es extraordinario.”
–¿Usted continúa siendo un hombre de izquierda?
–Yo
me considero un hombre de izquierda y los resultados de las políticas
que implementamos son todo lo que la izquierda soñaba que se hiciera.
Mire, es un poco una paradoja que yo sea el único presidente que tuvo
este país que no tiene diploma universitario, y sea el presidente que
más universidades hizo, que llevó más jóvenes a la universidad y que
hizo más escuelas técnicas. Fuimos los que más generamos empleos, los
que más combatimos la pobreza, los que más practicamos los derechos
humanos y los que fortalecimos más la democracia. Este palacio no es un
palacio al que sólo entraron príncipes y primeros ministros. A este
palacio entraron los sin techo, representantes de las minorías,
desempleados, entraron todos los movimientos. Se volvió un verdadero
palacio del pueblo brasileño, y creo que esa es una política de
izquierda no populista, porque la derecha también puede ser populista:
la derecha puede ser populista. El problema es cuando un político es
populista o cuando es un político popular. Son dos cosas diferentes.
–¿Cuál es la diferencia?
–La
diferencia es que un presidente populista no tiene que tener
necesariamente relación con la sociedad, un compromiso con la sociedad.
Hace una encuesta de opinión pública, sabe cuáles son las preferencias
del pueblo y empieza a hablar de aquello que aparece como resultado de
la encuesta. Un político populista no tiene necesariamente una relación
muy fuerte con el pueblo. Él decide desde arriba para abajo y piensa que
así está bien. Un dirigente popular, va más lento pero prefiere
construir desde abajo hacia arriba, haciendo que la sociedad participe
de las decisiones. Esa es la forma más extraordinaria que hay de ejercer
el gobierno y de ejercer la democracia.
He
dicho que aquí en América Latina, en vez de ser gobernantes, deberíamos
ser cuidadores del pueblo. Cuidar, priorizar la fuerza que el Estado
tiene para ayudar a aquellos que realmente necesitan del Estado. Pienso
que eso está sucediendo en Brasil.
–Las
transformaciones para consolidarse y avanzar necesitan, aparentemente,
de reformas. Usted está comprometido, con Dilma también, con la idea de
una asamblea constituyente autónoma.
–Dos
años atrás recibí a una delegación de abogados para discutir la reforma
política, y dije que tal vez fuera necesario pensar en una
constituyente exclusiva para hacer la reforma política. Porque Brasil
necesita una reforma política; es inexorable… tener una fidelidad
partidaria, tener un financiamiento público de campaña, tener partidos
más fuertes, con los que se pueda negociar. Cuando uno construye una
coalición, es una negociación de varios partidos que van a ser parte de
un gobierno. Y si los partidos son fuertes, uno negocia con las
direcciones del partido las votaciones en el Congreso. Por eso creo que
la reforma política es importante.
“Siento
que hay mucha dificultad en el Congreso para votar la reforma política.
Porque hay gente que prefiere mantener el statu quo. Quien ya es
diputado, quien ya es senador se pregunta ‘¿para qué cambiar? Vamos a
seguir igual’. Eso es un error para Brasil y un error para la
credibilidad del Congreso. Y no puede ser hecho por el presidente de la
república, tiene que ser impulsado por los partidos políticos. Una de
las cosas con las que puedo colaborar es, primero, convencer a mi
partido de que la reforma política es importante, y luego convencer a
los partidos políticos aliados de que la reforma política es importante.
Si podemos construir una mayoría, se podrá votar la reforma política,
diría, en los próximos dos años.”
–¿Piensa que el Estado también debería ser reformado?
–Pienso
que necesitamos cuidar que el Estado sea menos burocrático y más ágil. Y
eso es muy fácil de decir y muy difícil de hacer, porque hay que mover
centenas de corporaciones que, en el fondo, gobiernan Brasil. Porque son
las instituciones que tienen su poder, sea el Poder Judicial, la
Receita Federal (secretaría de recaudación), la Policía Federal, el
Ministerio Público… Hay instituciones poderosas que, en el fondo, son
instituciones que tienen poder de presión dentro del Congreso nacional.
Yo vi en la constituyente la experiencia de poder de presión de la
llamada sociedad organizada. El desafío en que uno pueda proponer una
reforma del Estado que no sea una violación, que sea construida a varias
manos, y que la gente se dé cuenta de que cada uno tiene que ceder un
poco. Creo que hay mucho por hacer, muchas, muchas cosas, redefinir el
papel de muchas cosas en Brasil.
“Ese
es un proceso en que uno no puede ser tan loco como para pensar que en
un mandato de cuatro años lo hará. Hay que construir, diría, casi una
acción que envuelva a todos los segmentos de la sociedad, construir un
grupo muy grande para ir pensando las reformas necesarias, discutir con
el Congreso nacional, discutir con el movimiento social, y cuando uno
está listo, hacerlo. Voy a darte dos ejemplos: la cuestión laboral. Creé
un grupo de trabajo entre el movimiento sindical, empresarios y
gobierno que estuvo próximo, pero no alcanzó a tomar una decisión. La
reforma provisional tiene un grupo de trabajo también creado por mí.
“Estoy
convencido, por lo que conozco del movimiento social brasileño, que
estamos en un proceso de maduración como jamás tuvimos en el país, una
relación de confianza establecida entre varios actores de la sociedad,
que uno puede dar pasos, y pienso que, ciertamente, va a depender mucho
de la definición de prioridades si Dilma es electa presidente. No sé
cuándo… porque un gobierno, eso lo aprendí también, un gobierno no puede
querer hacer 500 cosas.
Un
mandato es muy rápido. Un mandato dura mucho para la oposición, pero
para quien está en el gobierno cuatro años no es nada. Ella tiene que
definir correctamente cuáles son sus prioridades y lanzarse a ello,
porque si intenta hacer 500 cosas, no lo conseguirá. Mire, Obama perdió
el primer año en hacer la reforma en el área de salud. Fue aprobada en
el Congreso, pero hasta ser ejecutada va a llevar un año más. Uno no
puede perder todo el tiempo sólo en una cosa. El gobierno tiene que
utilizar su energía positiva para cuidar de este país 24 horas al día, y
esos debates se van haciendo paralelamente en el gobierno con los
ministros, hasta que se llega a una propuesta concreta para enviar al
Congreso.
–En
febrero pasado usted dijo que recorrerá América Latina para mejorar las
relaciones entre partidos, movimientos sociales y sindicatos, y también
África, ¿cuándo lo hará?
–Es
que esa es una parte. Cualquier sindicato de América Latina tiene más
reuniones con Alemania o con los estadunidenses que entre nosotros, por
lo que conozco. ¿Qué quiero? Primero, que se consolide no sólo una buena
relación partidaria, sino una buena relación sindical, una buena
relación cultural. De ahí, mi alegría de poder inaugurar la Universidad
de América Latina –la Unila–, que creo que es un sueño realizado. La
aprobación, por el congreso brasileño, de la creación de la Universidad
Brasil-África es otro sueño: tener una universidad aquí para formar
gestores, ingenieros, doctores para África. Ese tipo de integración es
el que necesitamos y que Brasil puede ayudar a América Latina. Por
ejemplo, estamos plantando soya en Cuba. En Venezuela con tecnología
brasileña, con conocimiento tecnológico brasileño, estamos ayudando.
“Estamos
ayudando a Venezuela a construir cadenas productivas en el área de
alimentos, estamos ayudando a hacer sistemas habitacionales como se hace
en Brasil, y creo que es en eso que podemos contribuir. Estamos
llevando Embrapa, que es nuestra empresa de tecnología, a Panamá, para
ayudar en el desarrollo agrícola de Centroamérica.
“Creo
que es eso lo que nosotros podemos hacer. No tengo más interés en
regresar al partido, no quiero regresar a ser un cuadro del partido,
hacer reuniones dentro del partido. Tengo 65 años, estadísticamente
puedo tener 10 o 15 años más de vida, creo en la estadística. Sé que,
cuando uno llega a los 60 años, cada año, a partir de allí, vale por 10.
Entonces, tengo noción del tiempo y tengo noción de que me queda menos
de un cuarto del tiempo que ya tuve –o un quinto– para hacer cosas que
creo que pueden ser hechas. Tengo entonces que definir y enfocar
correctamente una o dos prioridades.”
–¿Usted sueña?, y ¿con qué sueña, señor presidente?
–Soy
un eterno soñador. Mire, creo que lo que hicimos en Brasil fue apenas
dar inicio al movimiento que consolidó en la conciencia de la mayoría
del pueblo brasileño que es posible saber hacer las cosas de manera
diferente, que es posible hacer creer a la gente que el gasto en salud
no es gasto, es inversión; que cuando uno da dinero a los pobres es
inversión, no es sólo cuando uno presta dinero a un rico, cuando uno da
dinero al pobre es inversión.
“Yo
sueño que si la sociedad brasileña mantiene, en los próximos años, la
autoestima que hoy tiene, la credibilidad que tiene hoy en su país y la
confianza que tiene en el país, Brasil será un país muy importante en
los próximos años, muy importante.
“Yo
sueño con esas cosas internas para mejorar, yo sueño con la reforma del
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, sueño con una mayor
democratización en las instituciones multilaterales y sueño con un mayor
compromiso en la toma de decisiones de los países más ricos en este
mundo globalizado. Hoy, cuando un país rico tiene que tomar una decisión
económica, no tiene que discutir sólo los beneficios y las pérdidas
internas, tiene que saber cuál será la repercusión de la decisión en
otros países que tienen una economía dependiente, especialmente en este
mundo globalizado.
Sueño
con contribuir al desarrollo de África, sueño con ayudar a América del
Sur y a América Latina a ser más fuertes, a ser más ricas, y a
desarrollarse más rápidamente, o sea, voy a morir soñando que yo no
debería morir. Es así.
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