LA SALUD: UNA CUESTION ESTRATEGICA
LA SALUD: UNA CUESTION ESTRATEGICA
Una propuesta de Jorge Rachid
CABA, 10 /11/10

|

Uno de los
pilares de la dominación cultural neoliberal y el éxito del mismo como cultura
dominante, es la fragmentación, no sólo en el ámbito de la salud, sino en cada
expresión política, social o institucional de la Argentina. En lo
específico de la salud, esa fragmentación se expresó con crudeza en la división
hasta la municipalización de los servicios de atención de la enfermedad, decretando
de hecho la desaparición fáctica del Ministerio respecto a la necesaria
centralización normativa, herramienta central de la reforma carrillista que aún
se estudia en otros países del mundo como teoría del hospital, aporte
intelectual vigente e invalorable del primer ministro de Salud argentino.
Dicha
situación de fragmentación de claro contenido de intereses privados que vieron
facilitado su acceso al sector público –en su forma más perversa– como el kioscado (se llama kiosco al sector del hospital
público que a cambio de una renta o prestación de servicio gratuito se
privatiza, ejemplo rayos) de servicios que desvirtúan el eje solidario de
las prestaciones médicas solidarias. Siempre con la excusa de la falta de
recursos, se permiten nichos de corrupción,
de canjes de favores y pacientes cautivos para la actividad privada,
estableciendo servicios de primera y segunda categoría dentro del mismo
hospital.
Pero sin
embargo lo trágico de esta fragmentación radica en la injusticia social que
genera ante la diferencia de recursos –tanto económicos como humanos– entre
diferentes municipios, generando incluso expectativas de vida diferentes entre
grupos etarios de provincias argentinas, implosionando cualquier intento de
construcción de un proyecto nacional. En esa lógica neoliberal, profundamente
individualista se asientan las decisiones políticas en el ámbito de la salud,
lo cual lleva como única mecánica la atención de la enfermedad, los programas
por patologías o las circunstancias siempre dramáticas de brotes endémicos o
epidémicos, llevando a los funcionarios a correr
detrás de la presión mediática antes que de la planificación necesaria que
optimiza la utilización del recurso que conlleva a una mejor prestación en el
tiempo.

Cada vez
que se inaugura un hospital, estamos estableciendo un mecanismo de atención de
la enfermedad a un universo determinado de compatriotas. Que dicho evento
constituya por sí solo una política dista de la realidad sanitaria de nuestro
país, ya que la misma no incluye –en palabras de Carrillo– desde los factores
enumerados al encabezamiento del artículo ni la necesaria prevención, inversión para la cual siempre los
recursos llegan tarde o están atados a planes o políticas de los organismos
internacionales que ignoran nuestras propias prioridades.
Por lo
tanto el primer cambio es cultural,
profundo, trascendente que nos lleve a pensar y actuar como agentes
comunitarios a todos los trabajadores de la salud ya que no somos propietarios
del saber, sino simples ejecutores de conocimientos con herramientas para
llevarlos adelante. Desde medidas de higiene hasta el control del niño desde el
embarazo hasta la finalización del ciclo escolar, permiten desarrollar
políticas de detección precoz de patologías, tratamientos precoces de
discapacidades diferentes que permiten socializar e incorporar al mundo del
trabajo a dichos compatriotas, hasta medidas de higiene y seguridad en el
trabajo que afectan severamente al trabajador argentino, en especial después de
la ley 24.557 que privatizó el control de las mismas, llevando al mundo del
trabajo la flexibilización de la salud de los trabajadores, menos conocida que la Banelco, del resto de las
condiciones laborales.
En este
marco están las ART, compañías de seguros cuyo afán de lucro desprecia la salud
de los trabajadores rechazando enfermedades del trabajo, impactando severamente
sobre la Seguridad
Social en la economía de las obras sociales solidarias. Esta
ley debería ser una auténtica herramienta de prevención, de cambio del
paradigma de salud, protegiendo el único capital que tiene el trabajador en su
contrato laboral, que es su salud. En este camino la SRT (Superintendencia de Riesgos
del Trabajo) tendría un rol incumplido por falta de presencia frente al riesgo y como autoridad de
aplicación del poder de policía sobre las condiciones de trabajo que ponen en
peligro la salud de los trabajadores.
El nivel de
apuntalamiento de la salud en la población implica salir del hospital,
movilizar a la comunidad, construir ejes organizativos alrededor del sistema
sanitario con participación y niveles de
decisión comunitaria, ya que son los compatriotas quienes conocen sus
prioridades. La salud constituye un eje
organizacional permanente a
diferencia de educación, vivienda, agua y cloacas que en algún momento se
terminan, lo cual transforma al eje sanitario en una forma apta de construcción
de organizaciones libres del pueblo, con un objetivo que además derrota la
concepción de la salud en función del hospital como reclamo permanente,
desarrollando el concepto de la construcción cotidiana de condiciones de salud.
En este tema hay que atreverse,
convocar, escuchar, bajar de
los supuestos púlpitos del saber y dejar fluir la
sabiduría de nuestro pueblo.

Una de las
cuestiones que hace a la planificación de la salud es la dependencia que se tiene en el tema de los medicamentos, siendo
esta una de las cuestiones centrales a resolver. Hasta hace no muchos años la
materia prima de los medicamentos se fabricaba en nuestro país –algunos pocos
laboratorios privados lo hacen– pero en general la droga base se compra en el
exterior, lo cual nos hace vulnerables frente a cualquier eventualidad bélica
en el mundo.
Carrillo
había desarrollado ya en la década del 50 el EMESTA, empresa de producción
pública de medicamentos por primera vez en la historia de nuestro país,
liquidada por la revolución fusiladora que lo persiguió, embargó y exilió.
Oñativia, ministro de Illía en el 66, provocó con su propuesta de Ley de Medicamentos
la revolución llamada argentina; la ley de patentes de Cavallo pudo ser frenada
y salvada, con esa decisión política la industria nacional privada.
La mal llamada ley de genéricos (en realidad
monodrogas) actual de Ginés, sin dudas es un avance aunque parcialmente acatada
demuestra todo lo que falta construir en especial en la producción pública de
medicamentos, el control de los medicamentos de alto costo y baja incidencia,
la producción de medicamentos huérfanos, la producción estatal de vacunas y la
puesta en marcha de un sistema donde el Estado establezca los mecanismos de
accesibilidad y universalización del medicamento al conjunto de la población,
como derecho humano esencial lo mismo que la salud en general.
La
Seguridad Social es a
través de las obras sociales o del hospital público quien termina asumiendo los
costos de los medicamentos, por lo cual el primer frente de combate al
despilfarro es la compra centralizada
por parte del país de esos medicamentos de alto costo y baja incidencia, como así también las prótesis importadas,
evitando una comercialización estafadora y codiciosa en la cual los médicos no
somos ajenos, donde el laboratorio, los servicios y las prótesis se han
constituído en parte perversa del salario profesional en este marco de
fragmentación.
Desde la
formación universitaria el futuro médico recibe la instrucción del medicamento
como arma en su lapicera, de ejecución de su saber. La cultura popular
instalada y forjada por los medios, hace del medicamento la panacea. Médico que
no receta, no es confiable. La publicidad del medicamento, que debería ser prohibida en todas sus formas,
hace el resto del trabajo de desinformación sobre los mecanismos de la salud.
La
producción pública de medicamentos a través de la Red de Laboratorios Públicos
puede ser el eje de la recuperación de
soberanía en salud, abasteciendo la atención médica primaria del sector público
hospitalario, promoviendo como lo hace I-D investigación y desarrollo,
escaso en el sector privado, movilizando el excelente recurso humano con que
cuenta nuestro país, constituyendo los Comités de Bioética que resguarden la
prescripción de medicamentos genuinos, estableciendo
estructuras de costos como testigos de precios.
Para ello
es necesario diseñar e instalar políticas activas
que permitan el desarrollo estructural de los laboratorios estatales, surgidos
en muchos casos como necesidad frente a la crisis y la municipalización de
recursos, en el ámbito precario de la fragmentación. Se debe trabajar en la contra-información enarbolada por la
industria en el sentido de denigrar el medicamento copia o genérico como
medicamento de segunda para los pobres, como si el medicamento pudiese tener
niveles de confiabilidad por sectores sociales, un verdadero insulto a la
inteligencia y a la humanidad.

Durante
años la inversión en salud fue llamada gasto, porque en la ideología neoliberal
aquello que no produce ganancia es improductivo, aunque sea un derecho humano esencial. En ese sentido es poco
conocido que el nuestro es el único país del mundo en que los trabajadores
aportan de su salario directo o diferido para su salud y la de los mayores
(PAMI) solidariamente. De esa masa de recursos un 10% va a la APE (Administración de Programas Especiales) que
en forma solidaria concurre o debería concurrir ante la enfermedad compleja que
requiere ser financiada. Es un recurso de
los trabajadores que suma 2.500 millones al año y su excedente debería ser
distribuído entre los aportantes en
forma proporcional. Esto es lo que reclama el movimiento obrero: no son fondos nacionales tributarios, son
recursos genuinos de ahorro interno para la salud de los trabajadores.
Sobre estos
recursos operó en forma enérgica el Banco Mundial durante la vigencia del
estado neoliberal y lo sigue haciendo a través de créditos atados a políticas
que no siempre coinciden con las prioridades nacionales. Así el Plan Remediar,
que ayudó y mucho en la crisis es como la traqueotomía: sirve para salvar la vida pero no para vivir.
Nuestro plan debe ser la producción pública y la
producción nacional pero en una
planificación de salud, que impida que los laboratorios nacionales mantengan
los niveles de ganancias de miles por ciento. El gasto total de salud en la Argentina está
desvirtuado ya que los medicamentos alcanzan el 30% del gasto total, cuando en
la mayoría de los países del mundo no llega al 18%. Un verdadero disparate por
falta de controles y regulaciones.
Como en
otros temas del ahorro interno el Banco Mundial fue quien exigió y financió la
desregulación de las obras sociales como forma de permitir la irrupción de las
prepagas en su seno, desvirtuando la solidaridad y provocando el descreme, lo
mismo que sucedió con el sistema previsional y las AFJP, eliminadas por
decisión política soberana.
Esa
desregulación que responde a un simple decreto –el 446/00– puede ser eliminada
por otro decreto que permita rearmar el
sistema desde la lógica de la solidaridad, eliminando el lucro como eje de
construcción social en el tema salud. Es una decisión política que deberá
ser acompañada por el movimiento obrero, ya que las obras sociales en su
conjunto atienden la enfermedad y algunas cuestiones de la salud del 48% de la población. Además ante la
ausencia del Estado se han hecho cargo de la discapacidad, de las enfermedades
huérfanas, de la alta complejidad, de los crónicos, sin períodos de carencia ni
límites de edad.
Es decir que
el sistema está supliendo al Estado de acuerdo a lo normado por el artículo 14
bis de la C.N., en
lo referido al tema de la salud como derecho constitucional, que en la práctica
está subsumido en las obras sociales y el hospital público, que debe atender
incluso aquellos casos de accidentes de trabajo y terceros que deben ser
atendidos por aseguradoras que apoyadas por el sector financiero, evaden su responsabilidad
en el momento de mayor gasto que es el de la urgencia. Como vemos, quienes menos tienen financian a los que más
tienen, los trabajadores al sector
asegurador. Reinstalar la solidaridad desde la salud es afrontar estos
conflictos necesarios para que siguiendo a Jauretche digamos “como en las carreras cuadreras, para largar,
primero emparejemos”.

Por último debemos
abocarnos al tema medioambiental, en este paneo sobre la salud y la necesidad
de construir un Plan Nacional de Salud que involucre a todos los sectores que
determinan los procesos sanitarios e indicadores de una mejor calidad de vida
de los argentinos.
La
irrupción de la lógica productivista por sobre la sanitaria en el tema de las
materias primas de alimentos, que trajo la semilla transgénica y el glifosato,
alteró profundamente la relación del hombre con el medio, lo deterioró y lo
condicionó a futuro.
Están
comprobados tanto los efectos ambientales como humanos producidos por este flagelo
que desertiza la tierra, desmonta los bosques ampliando la frontera productiva
a costa de la salud de las poblaciones cercanas, altera la productividad a
futuro, trabaja para los fondos de inversión extranjeros sin otro compromiso
que la ganancia y sin arraigo en el país, verdaderos fondos buitres lanzados
sobre la Argentina,
sin compromiso con el futuro de nuestro país. Dice el dicho “pan para hoy hambre para mañana” y de eso –en las últimas décadas– conocemos algo los
argentinos. Pero también sobre la salud de nuestros compatriotas, sobre las
economías de subsistencia de nuestros paisanos del interior, arrasando las
producciones cooperativistas, los nichos de producción y la ecología.
Los rangos
de enfermedades oncológicas en
algunas zonas de nuestro país son un muestreo de esta situación, que por
sectores es dramática; sin embargo la discusión discurre por carriles
económicos antes que sanitarios. El dios mercado manda en la realidad cotidiana
de poblaciones fumigadas por el afán de lucro desmedido, sin prevención ni
medidas que amparen a nuestros compatriotas. El glifosato altera genéticamente a los mamíferos entre los cuales nos
encontramos. La flora y la fauna son arrasadas sin piedad, con sólo pensar
en los pájaros que ya no están en las rutas, los insectos que no ensucian ya
los parabrisas de los coches y vehículos como antaño y no es nostalgia, es
indignación ante la desidia de productores y organismos de control entre ellos
el sistema sanitario argentino.
No son un
dato más las contaminaciones arsenicales
y mercuriales, las primeras de las explotaciones mineras sólidas, las
segundas de los hidrocarburos –en especial gas y petróleo–, que contaminan napas acuíferas de las reservas
de agua dulce en nuestro país, recurso natural estratégico respecto del
cual el general Perón (el 1º de mayo del 74 en
su mensaje al Parlamento con el documento Modelo Argentino para un Proyecto
Nacional), nos alertara sobre la
preservación de los mismos con una anticipación prospectiva que lo ubica en
su mejor nivel de estadista.
Por esos
temas es que reafirmo que no se puede
gestionar al Estado sin ideología y no hay ideología sin objetivos.
En salud la falta de planificación se paga con
muertes innecesarias. No es gratuito cuando llegamos tarde y un Estado
enmarcado en la
Justicia Social no puede llegar tarde, no debe llegar tarde. Prevenir es el desafío, apuntalar la salud el
objetivo. “Donde existe una necesidad
hay un derecho” nos decía Evita y en salud como estado biosocial de
equilibrio es determinante su aplicación, ya que fue reemplazada por la lógica
del mercado, el lucro, la ganancia, bajo la construcción del pensamiento
neoliberal del gasto improductivo. JORGE RACHID
Comentarios
Publicar un comentario