Esta frase, dicha así en estos tiempos históricos
tan intrincados y banales, parece la opinión de
alguien que opina cualquier cosa sobre cualquier
persona; pero este hombre, Silo, no tenia nada que
ver con lo mediático, ni era un personaje conocido
de la coyuntura política, económica, literaria, de
la farándula o del espectáculo.
Silo
En verdad, se trataba de un pensador, original e
infrecuente, que buceaba en los abismos del corazón
y la mente, configurando una tarea, cuya exacta
dimensión no ha sido todavía bien entendida. Con
decenas de libros escritos, era también un hacedor,
en el sentido de que sus ideas se presentaban para
ser cotejadas en distintos grupos de estudios,
-verdaderos laboratorios existenciales- que muchos
jóvenes y no tan jóvenes experimentan con entusiasmo
y asombro en diversos territorios y culturas.

Tratando de develar la trascendencia, me consta que
era un cuidadoso lector. Había estudiado a Ortega y
Gasset, Edmund Husserl, Mircea Eliade, Nietzsche,
Sartre y Hegel. Por supuesto, conocía muy bien, y
entre muchos otros, a Marx, Darwin, C. G. Jung,
Freud –a quién le objetaba la noción del
inconciente-, Wolfang Kohler, Heidegger, Heisenberg,
Kandinsky. Todos ellos, abonaron el terreno para una
magna obra: intentar convertirse en una suerte de
guía luminoso de los caminos internos.
La conciencia, para Silo, era un fenómeno abierto,
cuyos vericuetos, incluyendo los más íntimos,
reprimidos o alejados de lo racional, podían
develarse a quién supiera encontrar la llave, con
paciencia y sereno esfuerzo, para decodificar sus
manifestaciones. La mente, en tanto, era una suerte
de ámbito mayor, el océano infinito dentro del cual
la conciencia y el mundo desarrollaban su acción
cotidiana.
Desde esta perspectiva, su original enseñanza
liberadora tiene puntos de contacto con el Budismo,
aunque no desdeña aportes de los Sufìes, de la
Alquimia de los Alejandrinos y Neoalejandrinos o de
la Philokalia de los monjes del Monte Athos.
Inquieto escrutador de la espiritualidad de las
culturas precolombinas, en distintas oportunidades
se refirió al mito mesoamericano del Quetzalcoatl,
el hombre-serpiente convertido en dios, como también
al gran Pachakuti, el renovador del estado Inca,
quién humanizó el colectivo social de ese imperio,
según se explica en el texto “El humanismo en las
distintas culturas” del intelectual ruso Semenov.
Por otra parte, el Aconcagua como majestuoso y
simbólico protector andino -y de la madre
naturaleza- de la localidad de Punta de Vacas, donde
Silo comenzó su misión, es una constante referencia
en su obra.
Heredero de Gandhi y Martin Luther King, fue el
creador, sucesivamente, del Movimiento Humanista y
de organismos como el partido Humanista, la
Comunidad para el Desarrollo Humano, Convergencia de
las Culturas y otras asociaciones. El Mensaje de
Silo, es la síntesis de su doctrina dirigida hacia
un fin: Humanizar la Tierra, es decir, descubrir el
sentido del hombre en el mundo.
Optimista profundo y de una curiosidad notable, en
los últimos tiempos y como un verdadero Prometeo,
puso en práctica lo que él llamó “talleres del
fuego”: interesado en estudiar el salto de
conciencia que iluminó a los homínidos y los
convirtió en sapiens sapiens, ideó distintos
experimentos para producir y controlar el fuego a
partir de ámbitos primitivos, en elementales
condiciones de origen, y de esta manera observar y
entender el esfuerzo, el funcionamiento de la
psiquis puesta en tal tarea hace 40 o 50 mil años
atrás.
Las preguntas eran: ¿Cómo hizo el hombre para
descubrir la tecnología destinada a producir y
controlar el fuego? ¿Cómo y de dónde surgió esa
intencionalidad transformadora del entorno y de sí
mismo y cuales fueron sus efectos? ¿ Cómo se produjo
la evolución y el salto de conciencia? Porque, en
definitiva, la lucha del hombre esta orientada a la
superación del dolor y el sufrimiento, es decir,
hacia el intento por transformar las condiciones
-cualquiera que ellas fuesen-, que limitan su
existencia tèmporo-espacial.
Muy poco antes de la muerte física de Silo, mi hija
María Guillermina, un ser sensible y receptivo me
cuenta, conmocionada, que tuvo una intuición
notable. Soñó que éste, en una reunión de amigos,
flaco, debilitado y demacrado cayó al suelo; todos
corrieron a auxiliarlo, pero entonces Silo los
contuvo con un ademán mientras les decía: “–no, a mi
no, cuiden la obra, cuiden la obra…!”
Extraordinaria premonición que me hizo acordar a la
parte final del Zarathustra de Nietzsche, cuando
éste, sentado en una piedra, inquieto y meditabundo
se preguntaba “–cual es el ultimo pecado del hombre
Superior?” Entonces y de pronto, dice el poema, se
le iluminó el semblante y se dijo: “- La
Autocompasión..! Acaso aspiro yo al lamento de mi
autocompasión? No ! –se respondió con firmeza: Yo
aspiro a mi Obra !!!”
En todas las culturas se manifestaron seres
especiales que supieron ahondar, comprender la
problemática de los tiempos más oscuros y plantear
con claridad la huella de un futuro abierto y
luminoso. Silo era uno de ellos; se reivindicaba
como perteneciente no a un país, etnia o clase
determinada, sino a esos hombres cuya misión era
velar por el destino de la especie humana en toda su
dimensión y misterio.
Su prédica por la Paz comenzó cuando tenía 30 años,
el 4 de Mayo de 1969, en Punta de Vacas, a los pies
del Aconcagua, con una arenga conocida como la
Curación del Sufrimiento. Era el comienzo de la
maravillosa década del 70, con la renovación
generacional, el Mayo de París y las ansias
colectivas de transformar el mundo. El desarrollo de
sus ideas -combatido por los regímenes militares
desde Onganía hasta el Proceso Militar- se extendió
luego a todos los continentes.
En el año 1993, recibió el doctorado Honoris Causa
de la Academia de Ciencias de Rusia; poco tiempo
antes, había sido designado “Maestro” por la Shanga
Budista de Sri Lanka, al sur de la India.
La última vez que se presentó en público fue en el
11 de Noviembre del año pasado, en Alemania, donde
disertó ante la Cumbre de los Premios Nóbel de la
Paz, cuando la Marcha Mundial por la Paz y la No
Violencia, de la asociación “Mundo Sin Guerras”
(también nacida a partir de su inspiración) llegó a
Berlín después de recorrer distintos continentes.
Cabe mencionar que esa marcha, épica, comenzó en
Nueva Zelanda, recorrió cinco continentes y culminó
su recorrido en Punta de Vacas, al pié del
Aconcagua, en plena cordillera de los Andes, donde
Silo la recibió con los brazos abiertos, allí donde
construyó uno de los tantos Parque de Reflexión que
se encuentran diseminados por el mundo.
*Pedro Raúl Noro- Secretario de Comunicación de la
Organización Barrial Tupac Amaru
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