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EL DESPERTADOR "Una gota con ser poco, con otra se hace aguacero" del Centro de Estudios Raúl Scalabrini Ortìz Edición digital - AÑO II- El peor analfabeto es el analfabeto político No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de desiciones polìticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el diciendo que odia la poli­tica. No sabe que de su ignorancia poli­tica nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el polì­tico corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales. Bertolt Brecht Revuelta en el mundo árabe. Ganadores y perdedores Por Immanuel Wallerstein ( 7 de Febrero, 2011) La revuelta árabe de 1916 fue encabezada por Sharif Hussein bin Ali en pos de la independencia árabe del imperio otomano. Los otomanos fueron expulsados. Sin embargo, la gran revuelta fue coptada por los británicos y los franceses. Después de 1945, gradualmente, los varios estados árabes se hicieron miembros independientes de Naciones Unidas. Pero en la mayoría de los casos su independencia fue coptada por Estados Unidos, sucesor de Gran Bretaña como controlador externo, manteniendo Francia un papel menor en el Magreb y en Líbano. La segunda revuelta árabe se ha estado cocinando por algunos años ya. El mes pasado obtuvo una inyección sustancial del exitoso levantamiento de la juventud tunecina. Cuando hay jóvenes valerosos que arriesgan su vida para levantarse contra un régimen autoritario y supercorrupto y logran, de hecho, deponer al presidente, uno tiene que aplaudir. Independientemente de lo que pase después, fue un buen momento para la humanidad. La cuestión es siempre, ¿qué viene después? En realidad hay dos preguntas. ¿Cómo fue que este levantamiento prevaleció, cuando muchos otros intentos en muchos otros países no lo lograron? Y luego, ¿quiénes serán los ganadores y los perdedores en Túnez, en otras partes del mundo árabe, y en el sistema-mundo completo? No es fácil rebelarse contra un régimen autoritario. El régimen tiene armamento y dinero a su disposición, y normalmente puede suprimir con facilidad los intentos de desafiarlo que ocurren en las calles. Actos simbólicos, como la autoinmolación del vendedor ambulante en un poblado tunecino remoto, Mohamed Bouazizi, en protesta contra los caprichosos actos de los agentes del régimen, pueden encender a otros a que protesten, como ocurrió en Túnez. Pero para que dicho acto conduzca al derrocamiento del régimen, éste debe tener fisuras. En este caso, es claro que había tales fisuras. Ni el ejército ni la gendarmería estaban preparados para disparar contra los manifestantes, y le dejaron esta tarea a la guardia presidencial de elite. No fue suficiente, y el presidente Zine el-Abidine Ben Ali y su familia tuvieron que huir, y sólo lograron hallar refugio en Arabia Saudita. Que había fisuras en el régimen queda claro por el hecho de que al intentar sobrevivir a la tormenta, las principales figuras del partido de Ben Ali se aseguraron de arrestar a la figura clave de la maquinaria represiva de Ben Ali, Abdelwahab Abdallah, con tal de que éste no los arrestara a ellos. Recordemos cómo fue que, tras la muerte de Stalin, sus sucesores arrestaron de inmediato a Lavrenti Beria, por la misma razón. Por supuesto, después de que huyera Ben Ali, el mundo entero aplaudió, con la sola excepción de Kaddafi de Libia y Berlusconi de Italia, que continuaron defendiendo las virtudes de Ben Ali. El principal respaldo exterior de Ben Ali, Francia, se avergonzó lo suficiente como para confesar sus errores de juicio. Estados Unidos, habiendo dejado a Túnez en las supuestamente seguras manos de los franceses, no sintió la necesidad de ofrecer unas disculpas semejantes. Como todo mundo anota, el ejemplo de Túnez impulsó a que en las calles árabes de otras partes se siguiera un camino semejante; los ejemplos más notables al momento están en Egipto, Yemen y Jordania. Mientras escribo, es poco seguro que el presidente Hosni Mubarak de Egipto sea capaz de sobrevivir. ¿Quiénes son los ganadores y los perdedores? No sabremos en por lo menos seis meses, tal vez más, quiénes llegarán, de hecho, al poder en Túnez, en Egipto, en realidad en todo el mundo árabe. Los levantamientos espontáneos crean una situación como la de Rusia en 1917 cuando, según la famosa frase de Lenin, el poder está en las calles, y por tanto una fuerza decidida y organizada puede tomarlo, que fue lo que hicieron los bolcheviques. La real situación política en cada uno de los estados árabes es diferente. No hay Estado árabe en la actualidad que tenga un partido radical, laico, organizado, como los bolcheviques, que esté listo para intentar tomar el poder. Hay varios movimientos liberales burgueses a los que les gustaría jugar un mayor papel, pero pocos parecen tener una base importante. Los movimientos más organizados son los islamitas. Pero estos movimientos no tienen un solo color. Sus versiones de un Estado islámico van de los relativamente tolerantes hacia otros grupos, como el que existe ahora en Turquía, a la severa versión de la sharia (como los talibanes ejecutan en Afganistán), con variedades intermedias como la Hermandad Musulmana en Egipto. ¿Pero qué pasa con los poderes externos, que están profundamente involucrados en intentar controlar la situación? El principal actor externo es Estados Unidos. Un segundo actor es Irán. Todos los otros –Turquía, Francia, Gran Bretaña, Rusia y China– son menos importantes sin dejar de ser relevantes. El gran perdedor de la segunda revuelta árabe es claramente Estados Unidos. Uno lo constata en la increíble vacilación del gobierno estadunidense en este momento. Estados Unidos (como cualquiera de las otras potencias importantes en el mundo) sitúa un criterio por encima de todos los demás: los regímenes que le son amigables. Washington quiere estar del lado de los ganadores, siempre y cuando el ganador no le sea hostil. ¿Qué hacer entonces en una situación como la de Egipto, que en el presente es virtualmente un Estado clientelar de Estados Unidos? Washington queda reducido a hacer llamados públicos en pos de más democracia, de que no haya violencia, y de negociaciones. Tras bambalinas, parecen haberle dicho al ejército egipcio que no avergüence a Estados Unidos disparándole a demasiadas personas. ¿Pero puede sobrevivir Mubarak sin dispararle a mucha gente? La segunda revuelta árabe ocurre en medio de una caótica situación mundial en la que dominan tres rasgos: una caída en los estándares de vida de dos terceras partes de la población mundial, escandalosos incrementos en los ingresos actuales de un estrato alto relativamente pequeño y una seria decadencia del poder efectivo de la así llamada superpotencia, Estados Unidos. La segunda revuelta árabe, no importa cómo resulte, erosionará aún más el poderío estadunidense, especialmente en el mundo árabe, precisamente porque la única base segura de la popularidad política en estos países, hoy, es la oposición a que Washington se inmiscuya en sus asuntos. Aun aquéllos que normalmente quieren el involucramiento de Estados Unidos, y dependen de éste, encuentran peligroso continuar en esa postura. El mayor ganador externo es Irán. Sin duda el régimen iraní es visto con considerable sospecha, en parte porque no es árabe y en parte porque es chiíta. Sin embargo, es la política estadunidense la que le otorgó a Irán su regalo más grande, el derrocamiento de Saddam Hussein. Saddam era el más fiero y eficaz enemigo de Irán. Los líderes iraníes probablemente profieren alguna bendición diaria para George W. Bush por su maravilloso regalo. Han construido sobre este golpe de suerte mediante una inteligente política con la que han demostrado estar listos para respaldar movimientos no chiítas tales como Hamas, siempre y cuando confronten fuertemente a Israel y la intrusión estadunidense en la región. Un ganador menor es Turquía, que ha sido un anatema para las fuerzas populares en el mundo árabe por la doble razón de que es heredera del imperio otomano y una aliada cercana de Estados Unidos. El actual régimen electo popularmente, un movimiento islamita que no busca imponer la ley de la sharia sobre toda la población sino únicamente el droit de cité para la observancia islámica, se ha movido en dirección de apoyar la segunda revuelta árabe, aun con riesgo de comprometer sus anteriores buenas relaciones con Israel y Estados Unidos. Y por supuesto, los ganadores más grandes de esta segunda revuelta árabe serán, con el tiempo, los pueblos árabes. ************************************************************************************************************ Procesan a ex juez por una apropiación Por Gerardo Aranguren Se trata del santafesino Luis Vera Candioti, quien durante la dictadura le dio marco legal a la adopción ilegal de una hija de desaparecidos que tenía 18 meses, suprimiendo así la identidad de la nieta recuperada Paula Cortassa. El ex juez de menores de Santa Fe durante la dictadura, Luis María Vera Candioti, fue procesado por la justicia de esa provincia acusado de haber suprimido la identidad de la nieta recuperada Paula Cortassa. Se trata del primer juez procesado por un caso de apropiación. Junto a Vera Candioti, el juez federal de Santa Fe, Reynaldo Rodríguez, procesó en la misma causa el 2 de febrero al ex coronel Carlos Enrique Pavón, quien fraguó los documentos al entregar a la niña a la justicia cuando se desempeñaba como teniente primero en el Centro de Operaciones Tácticas del Área de Defensa 212, bajo las órdenes del Coronel Juan Orlando Rolón. Paula Cortassa, con 18 meses de edad, fue una de las sobrevivientes de un sangriento operativo de un grupo de tareas que el 11 de febrero de 1977 secuestró a su padre, Enrique Cortassa, militante de Montoneros quien permanece desaparecido, e hirió de gravedad a su madre, Blanca Zapata, quien se encontraba embarazada de siete meses y murió dos semanas después. En el mismo “operativo antisubversivo” resultó asesinada Cristina Ruiz de Ziccardi, otra militante que vivía en la casa de Castelli 4531 de la capital provincial con sus hijos de 5 y 2 años. Uno de los vecinos de la familia Cortassa relató durante la instrucción de la causa que la beba de 18 meses fue sacada por un policía envuelta en una sábana ensangrentada. “Inmediatamente se la pedí que me la diera para limpiarla y ver si no estaba lastimada, al menos hasta que terminasen sus cosas, los papeles y eso. Entonces fue un soldadito que la traía colgando dentro de la sábana como una bolsa y me la alcanzó por sobre el tapial del fondo”, relató el testigo, quien aseguró que Paula se encontraba sin lesiones y fue retirada por los militares por la noche. Los tres niños sobrevivientes de la masacre fueron entregados al juzgado de menores de la ciudad de Santa Fe que tenía a cargo Vera Candioti. Los hermanitos Ziccardi fueron puestos en custodia de sus abuelos 15 días después, pero Paula no corrió la misma suerte y, al poco tiempo, fue dada en adopción a una familia de Venado Tuerto que no conocía el origen dramático de su orfandad. En la causa se pudo probar que el ex coronel Pavón se encargó de llevar a Paula Cortassa al juzgado de Vera Candioti “suscribiendo una nota con fecha falsa, sin mencionar su filiación, asegurando que se trataba de una ‘menor no identificada’ a pesar de que se conocía la identidad de quienes fueron abatidos en dicha ocasión”, aseguró el juez Rodríguez en su fallo del pasado 2 de febrero. En el expediente también se probó que “la fecha de la nota por la cual fue remitida la niña por parte del Ejército Argentino se encuentra antedatada y fraguada, y que la menor fue mantenida durante un lapso prolongado fuera de las instituciones encargadas de su custodia, con destino informal e incierto, todo lo cual tuvo por objeto ocultar la verdadera identidad de Paula Cortassa (María Carolina Guallane)”. Vera Candioti, en su carácter de juez de menores, tenía la obligación de establecer el origen biológico de la niña, algo que no cumplió ya que “deliberadamente mediante su accionar evitó vincular la existencia de María Carolina Guallane (Paula Cortassa) con el procedimiento sucedido en calle Castelli”, aseguró el juez federal Rodríguez al ordenar su procesamiento. También consideró que “su accionar impidió a Paula Cortassa conocer su verdadera identidad y a sus familiares el destino de esta, durante casi veinte años, imposibilitándolos de velar por su persona, mantener y forjar los vínculos afectivos que los unía”. Por el hecho, la justicia también procesó a Juan Calixto Perizzotti, entonces jefe del Comando Radioeléctrico de la policía de la provincia de Santa Fe, acusado de los delitos de supresión de identidad, sustracción y ocultación de Paula Cortassa. 08/02/11 Tiempo Argentino ************************************************************************************************************** ¿Cómo ser más kirchnerista que los kirchneristas? Por Orlando Barone Los candidatos de la oposición –todos- día tras día irán aumentando las respectivas deudas contraídas con los grandes medios hegemónicos. Y en el hipotético y remoto caso que algunos consiguieran el gobierno, sus acreedores mediáticos y corporativos estarían a la espera de cobrar en la primera fila. Agarrados de los genitales, ya estrujados de tanto estrujamiento, los candidatos antigobierno se enfrentarán con la impostergable obligación de tener que pagar el interesado empréstito que usufructuaron durante todos estos años. ¡A pagar! Les llegará la orden y será la sociedad la que deberá hacerse cargo por ellos de tantas puestas en escena, de tantos reportajes y de tantas apariciones en pantalla que les fueron ofrecidos con la tácita promesa de saldar la deuda apenas obtengan éxito. Las señales e indicios los colocan en el riesgoso trance de ser deudores morosos. Pero aún perdiendo en todos los frentes la deuda impaga les pesará como un insano sobrepeso. Sometidos, atados, esclavos de sus socios inversores – los grandes medios y sus grandes mensajeros- irán dejando a su paso las trizas de un espejo partidario o de doctrina ya roto. ¿Cómo volver a “Ser” después de haber sido empujados a ser como los medios les imponen? A medida que se acerquen las elecciones todos los predicadores que militan en la derecha van a intentar deslizarse hacia la izquierda. No hacia la izquierda que, sin saberlo, aspira a ser derecha, sino a la izquierda que produce este gobierno. El kirchnerismo, la presidencia de Cristina. Un instinto de salvación les dirá que para ganarle al kirchnerismo tendrán que simular una orientación que no practican. Por lo bajo les pedirán permiso a sus patrocinadores para que les dejen escenificar esa apariencia. Copio a la escritora española Almudena Grandes. Ahíta de la rabiosa oposición a Zapatero se preguntaba cuan agotador era pretender “ser más socialista que los socialistas y más sindicalista que los sindicalistas…” O más papista que el Papa. Entonces, ¿Cómo ser más kirchnerista que los kirchneristas? Si se llenan la boca acusándolos de fanáticos, de populistas, de atentar contra la libertad de prensa y de mentirosos de los Derechos humanos. La única forma de intentarlo o de aspirar a conseguirlo hubiera sido no haber contraído tamaña deuda con los grupos mediáticos antigobierno. Y antagónicos de este proyecto de inclusión y productivo. No hay candidato opositor que no tenga sobre si un futuro de cautiverio. Es que deberán pagar este favor que les hacen los medios para que se pavoneen disfrazados de autonomía. ¿Cómo ser más kirchnerista que los kirchneristas? Quitándose la soga de los genitales. Si es que todavía sirven. www.orlandobarone.blogspot.com *************************************************************************************************************** Sacrificar dictadores para salvar al Estado Por James Petras Traducción para Rebelión de Loles Oliván Introducción Para entender la política del régimen de Obama hacia Egipto, hacia la dictadura de Mubarak y hacia el levantamiento popular es esencial situarlo en un contexto histórico. El punto esencial es que Washington, tras varias décadas de estar profundamente arraigado en las estructuras estatales de las dictaduras árabes, desde Túnez a Marruecos, Egipto, Yemen, Líbano, Arabia Saudí y la Autoridad Palestina, está tratando de reorientar su política para incorporar y/o insertar políticos liberales electos en las configuraciones de poder existentes. Aunque la mayoría de comentaristas y periodistas vierten toneladas de tinta sobre los “dilemas” del poder de Estados Unidos, sobre lo novedoso de los acontecimientos de Egipto y los diarios pronunciamientos políticos de Washingto, existen abundantes precedentes históricos que resultan esenciales para entender la dirección estratégica de la política de Obama. Antecedentes históricos La política exterior de Estados Unidos cuenta con un extenso historial de instalar, financiar, armar y apoyar regímenes dictatoriales que respaldan sus políticas e intereses imperiales, siempre que mantengan el control sobre sus pueblos. En el pasado, presidentes republicanos y demócratas trabajaron estrechamente durante más de 30 años con la dictadura de Trujillo en la República Dominicana; instalaron el régimen autocrático de Diem en el Vietnam pre-revolucionario en la década de 1950; colaboraron con dos generaciones de los regímenes de terror de la familia Somoza en Nicaragua; financiaron y promovieron el golpe de Estado militar en Cuba en 1952, en Brasil en 1964, en Chile en 1973, y en Argentina en 1976 , así como sus posteriores regímenes represivos. Cuando los levantamientos populares desafiaron esas dictaduras respaldadas por Estados Unidos y parecía probable que triunfara una revolución social y política, Washington respondió con una política de tres vías: criticar públicamente las violaciones de los derechos humanos y abogar por reformas democráticas; indicar de manera privada el mantenimiento del apoyo al gobernante; y en tercer lugar, buscar una élite alternativa que pudiera substituir a quien estaba en el cargo conservando el aparato del Estado, el sistema económico y el apoyo a los intereses estratégicos imperiales estadounidenses. Para Estados Unidos no hay relaciones estratégicas sólo intereses imperiales permanentes: preservar el Estado cliente. Las dictaduras asumen que sus relaciones con Washington son estratégicas, de ahí su sorpresa y su consternación cuando se sacrifican para salvar el aparato del Estado. Ante el temor de la revolución, Washington tuvo clientes déspotas reticentes a marcharse asesinados (Trujillo y Diem). A algunos se les proporciona refugios en el extranjero (Somoza, Batista), a otros se les presiona para que compartan el poder (Pinochet) o se les nombra profesores visitantes en Harvard, Georgetown o en algún otro puesto académico “de prestigio”. El cálculo de Washington sobre cuándo remodelar el régimen se basa en una estimación de la capacidad del dictador para enfrentarse a la rebelión política, de la fuerza y la lealtad de las fuerzas armadas y de la existencia de un sustituto maleable. El riesgo de esperar demasiado tiempo, de quedarse con el dictador, es que el levantamiento se radicalice: el cambio subsiguiente barre tanto al régimen como al aparato estatal, convirtiendo una revuelta política en una revolución social. Justo un ‘error de cálculo’ de ese tipo se produjo en 1959 en el período previo a la revolución cubana, cuando Washington se mantuvo al lado de Batista y no fue capaz de presentar una coalición alternativa pro estadounidense viable y vinculada al viejo aparato estatal. Un error de cálculo similar ocurrió en Nicaragua cuando el presidente Carter, al tiempo que criticaba a Somoza, aguantó y se mantuvo pasivo mientras se derrocaba al régimen y las fuerzas revolucionarias destruían al ejército, a la policía secreta y al aparato de inteligencia, entrenados por Estados Unidos e Israel, y pasó a nacionalizar las propiedades estadounidenses y a desarrollar una política exterior independiente. Washington se movió con mayor iniciativa en Latinoamérica en la década de 1980. Promovió transiciones electorales negociadas que sustituyeron a los dictadores por manejables políticos neoliberales electos, quienes se comprometieron a preservar el aparato estatal existente, a defender a las élites extranjeras y locales, y a respaldar la política regional e internacional de Estados Unidos. Las lecciones del pasado y la política actual Obama ha sido extremadamente reticente a derrocar a Mubarak por varias razones, aun cuando el movimiento crece en número y se profundiza el sentimiento anti-Washington. La Casa Blanca tiene muchos clientes en todo el mundo —entre ellos Honduras, México, Indonesia, Jordania y Argelia— que creen tener una relación estratégica con Washington y quienes perderían confianza en su futuro si Mubarak fuera abandonado. En segundo lugar, las influyentes organizaciones pro-israelíes de Estados Unidos (AIPAC, los presidentes de las principales organizaciones judías estadounidenses) y su ejército de escribas han movilizado a los líderes del Congreso para que presionen a la Casa Blanca con que siga apostando por Mubarak ya que es Israel el principal beneficiario de un dictador atragantado para los egipcios (y los palestinos) pero a los pies del Estado judío. Como resultado, el régimen de Obama se ha movido lentamente; con miedo y bajo la presión del creciente movimiento popular egipcio, busca una fórmula política alternativa que elimine a Mubarak, mantenga y fortalezca el poder político del aparato estatal, e incorpore una alternativa electoral civil como medio de desmovilizar y desradicalizar el vasto movimiento popular. El principal obstáculo para derrocar a Mubarak es que un sector importante del aparato del Estado, especialmente los 325.00 miembros de la Fuerzas de Seguridad Central y los 60.000 de la Guardia Nacional, se encuentran directamente bajo el mando del Ministerio del Interior y de Mubarak. En segundo lugar, los generales del Ejército (468.500 miembros) han reforzado a Mubarak durante 30 años y se han enriquecido gracias a su control sobre las muy lucrativas empresas de una amplia gama de sectores. No apoyarán ninguna “coalición” civil que ponga en cuestión sus privilegios económicos y su poder para establecer los parámetros políticos de cualquier sistema electoral. El comandante supremo de las fuerzas armadas de Egipto es cliente de Estados Unidos desde hace mucho tiempo y un servicial colaborador de Israel. Obama está decididamente a favor de colaborar con y garantizar la preservación de estas instancias coercitivas. Pero necesita asimismo convencerles de la substitución de Mubarak y de que permitan un nuevo régimen que pueda desactivar el movimiento de masas cada vez más opuesto a la hegemonía estadounidense y a la sumisión a Israel. Obama hará todo lo necesario para mantener la cohesión del Estado y evitar divisiones que puedan conducir a un movimiento de masas —la alianza de los soldados que podría convertir la revuelta en una revolución. Washington ha abierto conversaciones con los sectores liberales e islamistas más conservadores del movimiento anti-Mubarak. Al principio trató de convencerlos de que negociasen con Mubarak —un callejón sin salida que fue rechazado por todos los sectores de la oposición de arriba a abajo. A continuación, Obama trató de vender una falsa “promesa” de Mubarak: que no participaría en las elecciones dentro de nueve meses. El movimiento y sus dirigentes rechazaron esa propuesta también. Así que Obama lanzó la retórica de “cambios inmediatos” pero sin ninguna medida de fondo que la respaldara. Para convencer a Obama de su mantenido poder entre las bases, Mubarak envió al lumpen matón de su policía secreta a que se apoderase violentamente de las calles del movimiento. Una prueba de fuerza: el Ejército no hizo nada; el asalto hizo subir la apuesta de una guerra civil de consecuencias radicales. Washington y la UE presionaron al régimen de Mubarak para que echara marcha atrás — por ahora. Pero la imagen de un ejército favorable a la democracia se vio empañada por los muertos y por miles de heridos. A medida que la presión del movimiento se intensifica, Obama está presionado por el lobby israelí favorable a Mubarak y su comitiva del Congreso, por una parte, y por otra, por asesores con conocimientos que le piden que siga las prácticas del pasado y avance de forma decidida sacrificando al régimen para salvar al Estado ahora que la opción electoral de liberales-islamistas sigue estando aún sobre la mesa. Pero Obama duda, y cual precavido crustáceo, se mueve hacia los lados y hacia atrás, creyendo que su propia retórica grandilocuente es un sustituto de la acción... con la esperanza de que tarde o temprano, el levantamiento acabará en mubarakismo sin Mubarak: un régimen capaz de desmovilizar a los movimientos populares y dispuesto a promover elecciones que den lugar a representantes elegidos que sigan la línea general de sus predecesores. Sin embargo, hay muchas incertidumbres en una remodelación política: una ciudadanía democrática, el 83% desfavorable a Washington, poseerá la experiencia de la lucha y la libertad para exigir un reajuste político, especialmente, dejar de ser el policía que hace cumplir el bloqueo israelí sobre Gaza, y prestar apoyo a los títeres de Estados Unidos en el Norte de África, en Líbano, Yemen, Jordania y Arabia Saudí. En segundo lugar, las elecciones libres abrirán el debate y aumentarán la presión para un mayor gasto social, para la expropiación del imperio de setenta mil millones de dólares del clan Mubarak y de sus compinches capitalistas que saquean la economía. Las masas exigirán la redistribución del gasto público del exagerado aparato represivo al empleo productivo que genere puestos de trabajo. Una apertura política limitada puede conducir a un segundo asalto en el que nuevos conflictos sociales y políticos dividan a las fuerzas anti-Mubarak, un conflicto entre los defensores de la democracia social y los partidarios del electoralismo elitista neoliberal. El momento de la lucha contra la dictadura es sólo la primera fase de una lucha prolongada hacia la emancipación definitiva no sólo en Egipto sino en todo el mundo árabe. El resultado depende del grado en que las masas desarrollen su propia organización independiente y a sus líderes.

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