A doscientos años del asesinato de Mariano Moreno.

Un revolucionario arrojado al mar El 4 de marzo de 1811, luego de serle suministrada una altísima dosis de tartrato de amonio, cuarenta veces mayor que la estimada como dosis mortal (también es posible, como señala Pacho O’ Donnell (3), que fuera Arsénico, que produce ‘fuego en las entrañas’ y explicaría el decir de Saavedra: ‘hacía falta tanta agua para apagar tanto fuego’) por el capitán inglés Bathurst Walte a cargo del navío británico Fame, el cadáver del Doctor Mariano Moreno, el ‘sabiecito del Sur’, como lo llamara Domingo French, el alma de la revolución, el fundador de nuestra Patria, el autor del Plan Revolucionario de Operaciones -tal vez el documento político más importante de la historia argentina y de la revolución continental- era arrojado al mar frente a las costas de Brasil envuelto en una bandera británica. Moreno no sería el único asesinado por querer llevar la revolución a fondo; sus seguidores Bernardo de Monteagudo y Manuel Dorrego seguirían igual camino, tal como lo explica en su extraordinario libro sobe la Logia masónica de la revolución el ensayista Raúl Prieto(6). Monteagudo, sería asesinado por esbirros en una calle de Lima, cuando acababa de elaborar el proyecto de Constitución Continental con el que Simón Bolívar pensaba organizar la Confederación Americana en el Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826, idea resistida por todas las potencias imperiales de entonces (eran los tiempos de la Santa Alianza) y especialmente por las oligarquías locales que perderían así sus poderes coloniales. De la misma forma, Moreno acababa, en noviembre de 1810, de elaborar el primer proyecto de Constitución para las Provincias del Sur, en una actitud claramente independentista resistida por Gran Bretaña, los savedristas y demás representantes conservadores del interior. En el caso de Dorrego las similitudes son aun mayores, pues Moreno antes de ser derrocado recibió dos cartas de Lord Strangford (jefe de la diplomacia británica para estas tierras, estacionado en la corte lusitana en Río de Janeiro), la segunda de noviembre de 1811, claramente amenazante, oponiéndose a la declaración de la independencia de España, que proponía y ejecutaba Don Mariano por su accionar y por medio de los ejércitos Libertadores de Castelli, Belgrano y el de la Banda Oriental. En la Banda Oriental Moreno recomiendaría en el Plan de Operaciones darle el mando de la campaña a Artigas, dejando el mando de las tropas regulares a Rondeau, resolviendo genialmente por anticipado un conflicto que desangraría y derrotaría a la Revolución. Dorrego recibiría ya en 1828, un ultimátum de Lord Ponsomby (nuevo jefe de la diplomacia británica en esos años, creador del Uruguay independiente), intimándolo a entregar la Banda Oriental, cesar la guerra y firmar la paz con Brasil en los términos de Gran Bretaña. En ambos casos gran Bretaña se oponía a la construcción de una gran nación soberana de carácter americano. En 1811, ya Gran Bretaña y España eran aliados -lo eran desde 1808- y esa alianza la mantendrían durante todo el siglo XIX, razón por la cual si bien Gran Bretaña tenía interés en la independencia de estas regiones, más interés tenía en mantener bajo su control a la vieja potencia imperial española ahora caída, tal cual ocurre hoy en día, en sentido inverso, con los Estados Unidos y Gran Bretaña, razón por la cual no buscará conflictos con el caído león español a quien ayudará a liberarse de la ocupación napoleónica. La carta de Lord Strangford es lo suficientemente clara respecto de lo molesto que resultaba Moreno y el núcleo duro de la revolución (Castelli, Belgrano, Moreno y Rodríguez Peña) para Gran Bretaña: ‘Una declaración prematura de Independencia no haría más que cerrar la puerta a toda intervención amistosa de parte de Inglaterra mientras duren sus relaciones actuales con España... ¿Cómo podría ella (Inglaterra) atacar Montevideo que sostiene la que pretende ser la causa de Fernando VII? ¿Cómo podría entrar en hostilidades con Buenos Aires que así conserva el nombre y la autoridad del soberano?’[(Carta de L. Stangford a M. Moreno del 3-11-1810, citado por Varela G., op.cit, (1)] Es decir, lo que propone el Plan de Operaciones debe terminar y los ‘excesos’ de Castelli con su Ejército Libertador del Perú debe cesar, el poder de la Junta debe pasar a las moderadas manos de Saavedra, el Déan Funes, y las burguesías del interior, mucho mas cercanas del régimen colonial que de las ideas de Rousseau o Túpac Amaru, llevadas adelante por el núcleo duro de la Logia masónica que conduce la revolución, en relación de ocho a uno (el único no masón de la Junta era Svedra). Gran Bretaña (como todos los imperios) no suele andarse con chiquitas cuando de eliminar adversarios se trata, por lo cual la vida de Moreno estaba claramente amenazada. Presagios de muerte Apenas partido Moreno en su misión, su mujer Guadalupe Cuenca, recibió una encomienda con prendas de luto, con un mensaje que decía ‘estimada señora, como se que va a ser viuda, me tomo la confianza de remitir estos artículos que pronto corresponderán a su estado’ (2) El famoso médico Juan Madera, declaró en 1813: ‘Estando en Oruro por el mes de marzo de 1811, le oyó exclamar al padre Azcurra dando gracias a Dios por la separación del doctor Moreno y como asegurando su muerte en los términos siguientes. “ya está embarcado y va a morir.’ (2) (nótese la buena información del cura, dado que Oruro se encuentra a una enorme distancia de Buenos Aires. AJL) Los acompañantes de Moreno en su lecho de muerte eran su hermano Manuel y Tomás Guido, joven miembro de la Logia revolucionaria que oficiaba de Secretario de Moreno. Arribado a Londres, Guido se encontraría con la Logia mirandina y los recién llegados de la Logia de Cádiz, José de San Martín y Carlos María de Alvear, con quienes organizaría el retorno al Plata, y la recuperación del gobierno porteño para la Revolución, cuestión que recién ocurriría el 8 de octubre de 1812, con la Revolución de la Logia Lautaro. Manuel Moreno viajaría a Estados Unidos donde estudiaría medicina, antes de volver a la Patria para ser el jefe del Partido Federal porteño junto a Manuel Doerrego. Guido, ya en 1813 y mucho más nítidamente en 1836, cuando su figura era considerada la de un prócer de la Independencia y uno de los mejores amigos del Libertador San Martín, hablaría claramente ‘del asesinato del Doctor Moreno.’ Teniendo como enemigos a España, a Gran Bretaña, a la Iglesia, a los encomenderos, mineros (Saavedra era uno de ellos) y obrajeros esclavistas, proponiendo la ‘igualdad de las castas del Estado’ y la emancipación de los indios es casi lógico que Moreno poseyera enemigos mortales que buscaran acabar cuanto antes con él. Moreno no era un político, a diferencia de Castelli y Belgrano, no tenía capacidad de negociación (Era más parecido al Che que a Fidel, por hacer una comparación grosera en términos actuales). Otro en su lugar habría buscado unirse al poderoso ejército de Castelli en el Norte y desde allí contraatacar, tal como lo expresara don Juan José antes de Huaqui, pero Moreno, seguramente golpeado por la derrota, eligió un camino que lo llevó a una muerte segura. Moreno y la igualdad Moreno, al igual que Castelli, Paso, Monteagudo, Gaspar Rodríguez de Francia, López Méndez, Rodríguez de Quiroga, Mariano Alejo Álvarez, Jaime de Zudáñez y otros revolucionarios continentales era un hijo de Chuquisaca y su Universidad de San Francisco Javier. Razón por la cual estaba atravesado por las mismas ideas redentoras y revolucionarias de todos sus discípulos posteriores a la expulsión de los jesuitas (reemplazados por los franciscanos) y la atroz represión contra Túpac Amaru. Todos ellos se sentían continuadores del Inka martirizado, conocían de cerca la atrocidad de la explotación del indio (ocho millones de indígenas muertos en las minas de Potosí entre 1550 y 1820) y más recientemente habían jurado venganza contra la bárbara matanza realizada por Goyeneche, Nieto y de Paula Sanz de 1809 contra los revolucionarios de Chuquisaca, La Paz y Quito. En última instancia la revolución de Mayo en Buenos Aires, era continuación de esas tres revoluciones derrotadas el año anterior. Es imposible entender a Moreno, su Plan de Operaciones y su rol central en la revolución, sino se tienen en cuenta estas coordenadas. Era más Tupamarista que jacobino, entendía que la Revolución era continental y no rioplatense, debía ser criolla e india a la vez, es decir, debía ser una revolución de la Independencia y de redención social, de claro carácter indiano (buscaría la igualdad y redención de las masas indígenas, las tres cuartas partes de la población). En eso estaba mancomunado con Castelli (mayor que él y jefe de la Logia), Belgrano y Nicolás Rodríguez Peña. No en vano su tesis doctoral versaría sobre la liberación de los indios (Disertación jurídica sobre el servicio personal de los indios, y la manunsumisión de yanaconas y mitayos). Siguiendo el camino que había abierto Castelli diez años antes, Moreno trabajaba en el estudio de Esteban Gascón (otro masón revolucionario) en la defensa gratuita de indios pobres y abandonados. El terror revolucionario y nuestra libertad El terror revolucionario propuesto por Moreno en el Plan de Operaciones, debe ser entendido en esas coordenadas del enemigo a enfrentar y su accionar reciente en el Perú, el Alto Perú y el Paraguay. No se trata como sostiene J. P. Feinmann de que ‘el Plan de Operaciones termina en la Esma’(4) o como expresa Hernán Brienza, en el mismo sentido pero atenuado, respecto de que Moreno ‘es revolución y Terrorismo de Estado’.(5) Las coordenadas históricas son casi siempre concretas y no pueden extrapolarse, en general, sin desbarrancar. Del otro lado de la revolución no estaban las Carmelitas Descalzas sino el Imperio más sanguinario y cruel que había pisado la tierra y que acababa de dar muestras (en 1781 y en 1809) que no trepidaría en apelar al terror mas desenfrenado para aplastar cualquier intento revolucionario o independista. De allí que Moreno no propone el terror contra cualquiera, sino contra el Imperio español y su atroz Inquisición católica. Cuando señala ‘o ellos o nosotros, o sus cabezas o las nuestras’ está hablando, como el mejor de los revolucionarios que entiende perfectamente las coordenadas donde está parado. Cuestión que no entenderán Saavedra, el Deán Funes y Rivadavia cuando en 1811 pidan disculpas a España por medio de Elío, buscando el perdón y la reconciliación y éste les conteste: ‘solo aceptaremos una rendición incondicional’ es decir pagarían el 25 de Mayo de 1810 con sus cabezas. Allí les quedó claro que Moreno y Castelli habían tenido razón. Cuando Moreno habla del terror no está hablando de torturas, claro está, ni de desaparición de personas, ni de robo de bebés, sino del exterminio del enemigo alzado en armas, cuestión que quedará clara cuando en 1813 la Asamblea del año XIII, -clara continuadora de la obra de Moreno y Castelli, desgraciadamente abortada por la derrota de Napoleón en Europa- queme públicamente los instrumentos de tortura, o en el accionar de San Martín que no dudó en fusilar cuanto debía fusilar, pero en cada ciudad que liberaba destruía en primer lugar los edificios de la Inquisición. Fue gracias al terror revolucionario propuesto por Moreno y ejecutado por Castelli, Belgrano, French y otros, que el territorio del Plata desde Buenos Aires a Tucumán no volvería a caer en manos españolas, como ocurriría con el resto de América. Cuando 1816 se reúna el Congreso de Tucumán para proclamar la Independencia de las Provincias Unidas en Sud América, el único territorio libre de América era el comprendido entre Buenos Aires hasta Tucumán, incluyendo partes de la Banda Oriental. Chile, Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador, el Alto Perú (Bolivia), México y Guatemala habían sido reconquistadas por el opresor hispano, que descargaba sobre nuestros hermanos el terror más desenfrenado. El terror español obligaría a Bolívar a declarar ‘la guerra a muerte’ al invasor, cuestión a la que Moreno se había anticipado pegando el primer golpe. Este hecho no menor, de ser el único territorio libre de la opresión hispano-católica se lo debemos al terror revolucionario de Moreno y Castelli. Sin los fusilamientos realizados por Castelli de Liners y demás contrarrevolucionarios de Córdoba en Cabeza de Tigre. Sin los fusilamientos de De Paula Sanz -uno de los asesinos de los revolucionarios de La Paz, genocida de indios y el mayor terrateniente del Alto Perú- (sería un equivalente de fusilar a Videla Martínez de Hoz, Cavallo y Menéndez en los días que corren), Nieto y Córdova en Potosí, también realizados por Castelli. Sin la expulsión, sin aviso previo, del ex Virrey Cisneros, la Real Audiencia a las Islas Canarias sin escalas, también ejecutados por Castelli y French. Sin la rara muerte del obispo Lué; sin el destierro de todos los españoles ricos y enemigos de la causa, la Revolución habría sido derrotada, con mucha más razón luego de la caída de Moreno y la traición a Castelli en Huaqui. A ellos debemos el enorme papel jugado por nuestros hombres y nuestras armas en la libertad de América. Sin ese terror revolucionario las condiciones de nuestra libertad habrían sido muchísimo más duras y terribles, tal como debieron soportar nuestros hermanos mexicanos, altoperuanos, peruanos, chilenos y grancolombianos. El Plan de Operaciones y la fundación del capitalismo de Estado Pese a las mentiras de las historias mitrista y rosista, Moreno pasará a la historia, no por ser periodista, lo cual es una afrenta, sino por ser el autor del Plan Revolucionario de Operaciones, primer documento de la historia en la cual un jefe revolucionario expresa claramente que el Estado debe ocupar el lugar de la burguesía nacional ausente. Como muy bien señala Prieto en su provocadora obra (6) es en el Plan de Operaciones y su intento de aplicación donde deben buscarse las razones de los asesinatos de Moreno, Monteagudo y Dorrego. ¿Que decía ese Plan tan peligroso, que Mitre hábilmente extravió? Si bien en las condiciones de 1810, el libre comercio era indispensable para el desarrollo económico de las Provincias Unidas, rompiendo el asfixiante monopolio español -cuestión absolutamente imprescindible en las condiciones económicas de 1810-, que ahogaba el crecimiento económico, en particular desde que España había dejado de existir como economía marítima. Pese a esto, sin embargo, la Revolución, tal cual lo expresa el Plan de Moreno es concebida como fuertemente proteccionista y estatista. Al punto que en diciembre de 1810 Moreno prohibiría la salida de metálico de Buenos Aires y en 1812 Juan José Paso señalaría ‘los daños que el libre comercio sin control estaba produciendo sobre la economía platense’. El tema es que la situación se complicaría luego de la pérdida de Potosí siendo que los únicos ingresos posibles, serían los correspondientes a los de la Aduana, y la fiereza de este hecho económico no puede ser negado. El Plan promueve la idea de un Estado fuerte, autónomo y soberano dada la ausencia de burguesía industrial en nuestras tierras. De allí que Moreno propicie un Estado que desarrolle la industria, la navegación propia (no la tendremos hasta 1944), la agricultura, la minería estatal y hasta una compañía de seguros. Propiciando la expropiación de los mineros más ricos del alto Perú para desarrollar el país y la industria nacional! En sus palabras: ‘las medidas a adoptar consistían en expropiar quinientos o seiscientos millones de pesos en poder de cinco o seis mil individuos, expropiación que beneficiaría a ochenta o cien mil habitantes. Esa enorme suma de dinero en manos de una minoría, “no puede dar el fruto ni fomento de un estado, que darían puestos en diferentes giros en el medio de un centro facilitando fábricas, ingenios, aumento de la agricultura, etc.(...) En esta virtud, luego de hacerse entender más claramente mi proyecto, se verá que una cantidad de doscientos o trescientos millones de pesos, puestos en el centro del estado para la fomentación de las artes, agricultura, navegación, etc., producirá en pocos años un continente laborioso, instruido y virtuoso, sin necesidad de buscar exteriormente nada de lo que necesite para la conservación de sus habitantes, no hablando de aquellas manufacturas que siendo como un vicio corrompido, son de un lujo excesivo e inútil, que deben evitarse principalmente porque son extranjeras y se venden a más oro de lo que pesan; pero como esta materia no sea de este tratado, paso a exponer los medios que deben adoptarse para el aumento de los fondos públicos’.(9) (...) Moreno encara el problema básico de la Revolución: poner en movimiento y transformar en generadoras de trabajo, bienestar general y riqueza colectiva las cuantiosas fortunas atesoradas por la minoría de monopolistas y usureros. De este modo la agricultura, la manufactura y la navegación podrían desarrollarse y el país se independizaría del comercio extranjero.’ De tal forma sería Moreno el primer jefe de las revoluciones burguesas en hablar de expropiación de la propiedad tarea aun pendiente para el conjunto de Indoamérica. Pero Moreno señaló algunas cosas más en el Plan, que lo hacían harto peligroso, propuso la insurrección de todo el Sur del Brasil esclavizado hasta ‘el Janeiro’ para constituir una nación de carácter americano, no para el mundo provinciano de nuestras naciones balcanizadas. El Plan reitera continuamente la idea de construir un continente (no la Argentina) libre, independiente y laborioso. Será Casetlli en mayo de 1811, quien lo exprese ante las sagradas ruinas de Tiwanako: ‘Toda la América española no formará en adelante sino una numerosa familia que por medios de la fraternidad pueda igualar a las respetadas naciones del mundo antiguo.(...) Preveo que allanado el camino de Lima, no hay motivo para que todo el Santa Fe de Bogotá no se una y pretenda que con los tres y Chile, formen una asociación y cortes generales para forjar las normas de su gobierno.’(2) Como si esto fuera poco, Moreno, como un genial estadista promueve en el Plan buscar el acuerdo con Gran Bretaña, pero al mismo tiempo advierte sobre el peligro de la dominación extranjera. ‘El extranjero no viene a nuestro país a trabajar en nuestro bien, sino a sacar cuantas ventajas pueda proporcionarse. Recibámosle enhorabuena, aprendamos las mejoras de su civilización, aceptemos las obras de su industria y franqueémosles los frutos que la naturaleza nos reparte a manos llenas, pero miremos sus consejos con la mayor reserva y no incurramos en el error de aquellos pueblos inocentes que se dejaron envolver en cadenas, en medio del embelesamiento que les habían producido los chiches y abalorios.’(9) Señala la necesidad de cuidarse de aquellos que ‘fingiéndose amigos, afectaron el comercio para entrar vendiendo y luego salir mandando’. (8) Para ser más intolerable aun, Moreno plantea en el Plan que el mejor gobierno es aquel que responde a la mayoría de la población y hace feliz a la misma. Si pensamos que la primera elección democrática en nuestro país será recién en 1916 (elección por los varones de Hipólito Irigoyen, sin voto femenino), podemos entender a qué fuerzas siniestras y antidemocráticas enfrentaban los hombres de Mayo expresados por Moreno. Está claro que el Plan no podía ser tolerado por las fuerzas contra las que estaba orientado. Contra él se alzará la alianza del ala derecha del partido de la Independencia (Saavedra, Deán Funes, Martín Rodríguez, Rivadavia, Viamonte) con el partido Godo (Tagle, Rosas, Álzaga y los terratenientes, mineros y obrajeros y esclavistas en general). Alianza que será funesta para la marcha de la Revolución, logrando destruir uno a uno a Moreno, a Castelli, a Belgrano, a Artigas, a San Martín, a Güemes, a Sucre, a Dorrego y finalmente al mismísimo Bolívar. De tal forma la vieja aristocracia española con sede en América seguiría siendo la dueña de las tierras, de las masas indias, de los esclavos, de los recursos y del destino americano, imponiendo la balcanización de la Patria Grande para poder seguir disfrutando de su renta colonial aliada a cualquiera de los imperios dominantes del mundo, fueran estos España, Gran Bretaña, los Estados Unidos o China. El plan y la revolución continental Por último, la dimensión teórica mundial de Moreno y su Plan no puede ser subsumida en los relatos menores y provincianos de Mitre, López o el Revisionismo hispano-católico. El intelectual boliviano, Andrés Solís Rada explicó con claridad la magnitud anticipatoria del Plan y por lo tanto la originalidad de la Revolución en la América Española. ‘La profundidad y vigencia de la Revolución de mayo están marcadas por el “Plan de Operaciones”, escrito por Mariano Moreno entre el 17 de julio y el 30 de agosto de 1810, por encargo de la Primera Junta de Gobierno de Buenos Aires, en el que puso los cimientos del capitalismo de Estado para la América indo mestiza. Su genialidad hizo que precediera en 31 años a la clásica obra “Sistema Nacional de Economía Política”, de 1841, de Federico List, la cual demuestra que la emergencia de las grandes potencias, Inglaterra, la primera de ellas, se basó en el proteccionismo y no en el libre comercio, predicado por Adam Smith. El “Plan de Operaciones” fue escrito 59 años antes de la famosa carta de Marx a Engels, de 29 de noviembre de 1869, en la que advierte que la liberación de Irlanda del imperio británico no será obra del proletariado inglés, como se infería del “Manifiesto Comunista”, sino de la lucha de liberación nacional de los irlandeses. El “Plan de Operaciones” fue redactado 111 años antes que Lenin dejara establecido, en el Segundo Congreso de la Internacional Comunista, de 1921, que la contradicción fundamental en las colonias y semicolonias opera entre naciones opresoras y naciones oprimidas. En estos últimos 200 años, ningún pueblo se ha zafado de la opresión colonial o imperialista o ha debilitado su sumisión sino a través de Estados nacionales que avanzaron en procesos liberadores. Así ocurrió en el México de Lázaro Cárdenas, en la Turquía de Kemal Ataturk, en la India de Mahatma Ghandi, en la Indonesia de Sukarno, en la China de Mao, en el Vietnam de Ho Chi Min, en la Yugoslavia de Tito, en la Cuba de Castro, en la Bolivia de Paz Estensoro, en la Argentina de Perón o en la Sudáfrica de Mandela. Los Estados nacionales se abrieron paso, principalmente en el viejo continente, enfrentando a fuerzas feudales que impedían su nacimiento. En las colonias y semicolonias, la lucha por similar objetivo enfrenta a imperialismos que ahogan sus esfuerzos.’ (7) El Plan de Moreno, es así, el sueño incumplido de la unidad continental, de la construcción de una gran nación americana y de la redención de las masas indias, mestizas y negras, tarea que nos queda por realizar a cada generación de americanos que se precie, tarea que parece más cerca en este nuevo tiempo continental que transitamos. Y Moreno debe ser ubicado en el sitial que le corresponde como ideólogo, motor y alma de la Revolución. Sería bueno para comenzar, en los tiempos bicentenarios que corren, que su estatua -junto a la de Castelli- sea llevada a la Plaza de Mayo junto a la de Belgrano, pues a ellos debemos la Patria y que su recuerdo recupere su verdadero rol histórico lejos del día del periodista. (1) Varela Gustavo en prólogo de Moreno Mariano, Plan de Operaciones y otros escritos, Terramar, 2007, BsAs. (2) Pigna Felipe, Los Mitos de la historia argentina, Tomo I, Norma 2004 (3) O’ Donnell Pacho, El Águila Guerrera, Sudamericana,1998 (4) Lo sostiene en su obra Filosofía y Nación y en otros escritos (5) Tiempo Argentino, 4-3-2011 (6) Prieto Raúl Miguel, El Informe Látomo, Narrativa, 2008 (7) Soliz Rada Andrés, Homenaje al bicentenario de la Revolución del 25 de mayo de 1810. Mariano Moreno y el capitalismo de estado, Rebelión. Org, mayo de 2010 (8) Citado por Galasso Norberto, Tiempo Argentino, 4-3-2011 (9) Moreno Mariano, Plan Revolucionario de Operaciones, Plus Ultra, 1993

Comentarios

  1. A doscientos años del asesinato de Mariano Moreno.

    Moreno motor de ‘Nuestra gloriosa insurrección’ de Mayo y fundador de la Patria

    Un artículo de Alberto Lapolla 4 de marzo de 2011

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