nestor no vive, pero nos marco la agenda para la liberacion

25 de febrero de 2011 Néstor no vive Esos son héroes; los que pelean para hacer a los pueblos libres. José Martí Recordar la fecha de nacimiento de un hombre público no puede ser otra cosa que repasar el significado que su vida tuvo en la de sus contemporáneos o la posteridad. Con esto queremos decir que no somos proclives, por formación filosófica y hasta por pudor, a celebrar el cumpleaños de quienes nos han dejado o a realizar afirmaciones como “Rosas vive”, “Perón vive” o “Evita vive”. Esos tres importantes seres humanos están muertos, ya no pueden incidir con sus acciones en el devenir histórico y lo importante que queda de ellos es y será la memoria y el respeto de sus paisanos, como gustaba decir Jauretche. Néstor Kirchner hubiera cumplido hoy 61 años. Pero falleció hace cuatro meses, dejando al pueblo argentino en un duelo que no tenía igual desde la muerte de Hipólito Yrigoyen, de Eva Perón o del General Juan Domingo Perón. Y lo único que, desde el papel en blanco, podemos hacer en su homenaje es recordar su fugaz, singular y decisivo paso por la política grande de la Argentina. Hace ocho años, Néstor Kirchner se convirtió en presidente sin partido de un país sin Estado, como en perfecta expresión lo definiera Alberto Guerberof. Treinta y cinco años de implacable dictadura -política, en parte, y económica siempre- liberal imperialista, habían llevado a la Argentina a una crisis sin parangón. Los monetaristas habían dejado al país sin dinero. Los aperturistas de nuestra economía habían cerrado los bancos y hasta los cajeros automáticos. El Estado era un miserable gendarme, de uniforme raído y gorra torcida, incapaz de imponer una multa por cruzar un semáforo en rojo. Sobre esa mínima base de poder y con la sola confianza en la voluntad popular y la capacidad de lucha que en ella se genera, Néstor Kirchner levantó, lentamente, con astucia y arte, la dignidad del Estado nacional y la autoridad de la presidencia. Dotó de contenido concreto a un cargo que había sido vaciado y mancillado. Se hizo verdaderamente cargo del timón de la nave republicana y ofreció una bitácora de viaje para quienes lo sucediesen. En Mar del Plata, en la Cumbre de 2005, hizo público lo que el conjunto de nuestro continente ya sabía por dolorosa experiencia: “Nuestro continente, en general, y nuestro país, en particular, es prueba trágica del fracaso de la teoría del derrame”. Y, junto con otros presidentes de la región, puso punto final a la amenaza del ALCA. Supo presentir la posibilidad de su muerte, -posiblemente la muerte de Perón le dejase una imborrable enseñanza en su mente- y decidió que fuese Cristina quien le sucediese en el cargo. Ello le permitió morir con la conciencia tranquila de saber que nadie usurparía ya no su herencia, sino su política. El poeta inglés del Renacimiento, John Donne, nos dejó un inquietante poema: Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo. Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti. Esa fue la razón por la que millones salieron hace cuatro meses a llorarlo y a convalidar su mandato. Porque sabían que las campanas de duelo que sonaban sobre la Patria estaban sonando por todos nosotros. Por eso hoy no celebro un cumpleaños ni digo “Néstor vive”. Lamentablemente Néstor no vive. Afortunadamente nos dejó una política para que la Argentina y América Latina vivan más que nunca. Buenos Aires, 25 de febrero de 2011(JULIO FERNANDEZ BARAIBAR)

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