Esta fue la respuesta que recibió Dora Cristina Prieto de la custodia de la residencia presidencial de Olivos, aquella noche fría del 12 de junio de 1956 cuándo solicitó hablar con el dictador Pedro Eugenio Aramburu para pedirle que suspendiera el inminente fusilamiento de su esposo el Gene-ral Juan José Valle. En ese mismo momento en el Penal ubicado, sobre la calle Las Heras y, en presencia de su hija Susana, el mencionado oficial superior de las Fuerzas Armadas se preparaba para enfrentar el pelotón de fusilamiento. Como se negara a recibir los últimos sacramentos del párroco castrense, concurrió, con esa finalidad a la prisión el entonces sacerdote y luego obispo de Goya Alberto Devoto. Este no podía contener las lágrimas por lo que Valle, como muestra de su fortaleza para enfrentar la muerte, le dijo en tono de broma “padre no se preocupe ¿no es que me aguarda un mundo mejor en el paraíso o en el cielo? “Ustedes, permanentemente nos aseguran que en el reino de los cielos tendremos la paz y la felicidad que no hemos alcanzado en la tierra”. La conversación fue interrumpida por el oficial que comandaba el pelotón de fusilamiento y siendo las 22 y 20 de aquel día de junio en el patio de la Penitenciaría fue asesinado -quién comandara una asonada cívico-militar que se había iniciado el 9 de ese mes, hace 55 años, dirigida a reestablecer los derechos sociales avasallados por la Dictadura que había desplazado del gobierno al General Juan Domingo Perón el 16 de setiembre de 1955. La proclama de los revolucionarios redactada por el escritor Leopoldo Ma-rechal tenía un claro contenido antiimperialista, denunciando la incorpo-ración al Fondo Monetario Internacional decidida por el régimen militar y la anulación de la Constitución de 1949, que en su art. 40 garantizaba la propiedad inalienable de la Nación de sus recursos naturales y de las reservas de petróleo y gas existentes en el subsuelo. En las primeras horas de ese día comenzaron las operaciones de civiles y militares que reconocían como jefes al mencionado General Valle y al General Raúl Tanco. Los civiles estaban coordinados por el sindicalista textil Andres Framini y el metalúrgico Armando Cabo. Evidentemente los conspiradores estaban infiltrados por los servicios de inteligencia de la Dictadura, por lo que rápidamente fueron abortadas las acciones iniciadas por los alzados. Centenares de activistas fueron detenidos y 27, civiles y militares enfren-taron pelotones de fusilamiento o fueron asesinados en el basural de José León Suarez. Varios de los sobrevivientes, entre ellos Julio Troxler y el entonces Sub-oficial Chávez fueron asesinados por la Triple A en el “segundo pero-nismo” -1973 a 1976-. Conocí al primero en el penal de Caseros en 1970. El había sido oficial de la policía de la Provincia de Buenos Aires y le dieron de baja por su fir-me convicción peronista y lealtad al “viejo y anciano general”. Recuerdo que cuándo nos trasladaban desde Coordinación Federal, lue-go de estar diez días incomunicados, comenzamos a hablar para pre-sentarnos y el oficial que llevaba adelante la operación, a los gritos, nos exigió que nos calláramos que seguíamos estando incomunicados -Julio, con una clara voz de mando le dijo, “somos presos politicos y Us-ted debe respetarnos”. El represor bajó la voz y respondió “hablen, muchachos, despacio y no me comprometan”. Ya en el penal Julio nos contaba lo que había pasado aquella noche trá-gica del 9 de junio, y como logró sobrevivir al ametrallamiento que ses-gara la vida de varios compañeros con los que compartía la militancia en el Movimiento Nacional y el sueño de la vuelta de Perón. En ese año -1956- concurría al Colegio Nacional nocturno en mi ciudad Paraná e integraba la juventud peronista en la clandestinidad. Al iniciarse el levantamiento se encontraban, dirigiendo las operaciones en la zona, el General Raúl Tanco y el Coronel Adolfo Nasta, los que para eludir la represión se refugiaron en el stud de Angel Roland, entra-ñable compañero que había dirigido, hasta la intervención militar, el Sin-dicato de Jockey y entrenadores. Decenas de compañeros fueron detenidos y sometidos a terribles torturas en la Jefatura de Policía de la ciudad, entre ellos estaba, un “imprescin-dible” Gabriel Bourdin -un obrero que trabajaba en los astilleros del Mi-nisterio de Obras Públicas de la Nación- y que me introdujera, cuándo recuperó la libertad, en el estudio del marxismo. Tanco viajó desde Paraná a Buenos Aires y el 14 de junio logró refugiarse en la Embajada de la Republica de Haití y pese a que fue secuestrado ilegalmente en la misma por efectivos militares comandados por el Jefe del SiDE General Domingo Quaranta logró que se reconociera el refugio y fue devuelto a la sede diplomática de esta nación caribeña gracias a la valentía del embajador Jean Brierre y de su señora esposa. Este, uno de los grandes poetas haitianos, al año siguiente, debió refu-giarse en Senegal para eludir la persecución desatada por Francois Du-valier. El levantamiento cívico-militar fue aplastado, la Dictadura profundizó su carácter represivo, pero quedó herida de muerte y al año siguiente con-vocó a elecciones para reformar la Constitución. Esta abrió paso al traspaso del gobierno a los civiles en el marco de una democracia proscriptiva, ocupando el sillón re Rivadavia Arturo Frondizi. La embajada de los Estados Unidos en el país, le informó al Departamen-to de Estado que se había tratado de un intento de los comunistas por hacerse con el poder y que esta legación diplomática había apoyado y respaldado la decisión de implantar la ley marcial. Y los fusilamientos llevados a cabo en ese marco. En esa historia de “amor y de guerra”, de sacrificios y de luchas de nues-tro Continente, muy lejos de nuestra tierra, en la isla del lagarto verde un argentino- Ernesto Che Guevara-en carta a su madre, reconoció el valor de Valle y sus compañeros y meses mas tarde participaba del desembar-co liberador que lideraba Fidel Castro. El poeta José Gobello inmortalizó aquella noche del frío otoño del 56 con unos versos que resonaron en el oído de los verdugos “La luna se ha escondido de frío y de vergüenza. Ya sobre los gatillos los dedos se estremecen. Una esperanza absurda se aferra a los teléfonos y el presi-dente duerme”. Manuel Justo Gaggero es ex director del diario “El Mundo” y de las revis-tas “Nuevo Hombre” y “Diciembre 20”.

Comentarios

  1. vaya mi homenaje permanente a los patriotas fusilados aquel nefasto nueve de junio de 1956 y atodos los que formaron la resitencia al terrorismo de estado.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares