RAPIÑA CIVILIZADORA

Por Jorge Luis Ubertalli A mediados de 1879, concretamente el 11 de junio, se ponía fin a la denominada Conquista del Desierto, operación militar que consistió en liquidar a los aborígenes mapuche que habitaban las feraces tierras pampeanas y las estepas patagónicas y arrebatarles la tierra, la historia y la cultura que habían desarrollado durante siglos. Concluida con las campañas militares de los generales Julio Argentino Roca y Conrado Villegas, la Conquista terminó, como todas sus homólogas llevadas a cabo en indoaméricalatina, con las propiedades comunales e indígenas para iniciar la era del más crudo capitalismo agrario, basado ya en estancias, plantaciones o fincas, base material de las oligarquías que, sin solución de continuidad, continúan hasta hoy expoliando la riqueza ajena. Si bien la “Conquista …” se justificó en relación con las incursiones indígenas hacia las poblaciones blancas, en lo interno, y en la invasión de aborígenes de allende la Cordillera, o sea Chile, hacia nuestro país, en lo externo, su concreción tuvo que ver con negocios de exportación cárnea hacia Europa por parte de los productores vacunos locales, en el marco de la botadura de barcos frigoríficos europeos que comenzaron a trasladar en sus bodegas carne congelada proveniente de las pampas argentinas, hasta ese momento plagadas de ganado ovino. Esta operación militar consistió fundamentalmente en arrebatar a los indígenas los pastos pampeanos que luego alimentaron a millones de vacunos de exportación, por un lado, y por otro trasladar hacia las estepas patagónicas al ganado bovino, que ocupó el lugar del indio exterminado en el “desierto”. Los fabricantes de desiertos Luego de la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, transcurrida desde 1868 hasta 1872, y donde fuerzas militares coaligadas de Argentina, Uruguay y Brasil, auspiciadas por Gran Bretaña, liquidaron prácticamente al país guaraní, la clase dominante local se dispuso a acabar con el entonces “enemigo interno”: los indios. El Paraguay, país que hasta la agresión de la Triple Alianza contaba con astilleros, industrias y un alto nivel de educación popular, entre otras cosas, se convirtió luego de la guerra en un gran camposanto donde el capital usurario inglés, impuesto por los aceros y plomos de la campaña militar tripartita, se instaló a sus anchas. Una vez llevada a cabo esta operación de sometimiento del Paraguay, aquí se esbozó una estrategia consistente en fijar cada vez mas al sur las líneas de frontera, mediante la erección de fortines y establecer pactos, luego incumplidos, con los caciques mapuche – mapu, tierra, che, gente- a fin de ganar tiempo en la preparación de la gran razzia militar, que sería financiada por locales y extranjeros a través de leyes, leyes especiales y decretos instituídos para tal fin. En 1850, veinte años más tarde de la primer Campaña del Desierto llevada a cabo por Juan Manuel de Rosas, el cacique Juan Calfucurá (Piedra Azul) conformó la Confederación de Salinas Grandes, que convocó a todas las tribus mapuche de la región para combatir contra el ejército de línea. Veinte años después, el 11 de marzo de 1872, Calfucurá fue derrotado por uniformados e indios traidores en la batalla de San Carlos (Partido de Bolívar) durante la presidencia de Sarmiento, y su cuerpo profanado poco mas tarde por los soldados al mando del general Levalle. En 1875, y para evitar la llegada de malones( incursiones indígenas) a las avanzadas de fortines y poblaciones coloniales, el ministro de Guerra, Adolfo Alsina, que no estaba dispuesto a liquidar a los indios y sí a pactar con ellos, cavó una zanja a fin de contenerlos e instaló líneas de telégrafos entre poblaciones y fortines. Sin embargo, a su muerte lo sucedió el general Julio A. Roca, quien expuso que la “única solución contra las amenazas indígenas era subyugarlos, expulsarlos o exterminarlos”. A finales de 1878 comenzó la Conquista militar contra los mapuche. Algunos de sus jefes, como Pincén y Catriel fueron confinados, luego de apresados, a la Isla Martín García. Otros, como Baigorrita y LLancamil, se resistieron y murieron combatiendo. Al año siguiente, el 11 de junio, se dio por finalizada la campaña, aunque ésta se continuó al sur del Rio Negro en el marco de la presidencia de Roca, a quien sustituyó el general Conrado Villegas. Secundado por los coroneles Nicolás Levalle, Eduardo Racedo, Napoleón Uriburu y el teniente coronel Hilario Lagos, entre otros, Villegas y sus tropas llegaron hasta Chubut, derrotando al cacique Sayhueque, “del país de las manzanas”, Inacayal y otros, que tuvieron como prisión hasta su muerte al Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Al final de la razzia, concluída totalmente en 1881,el general Roca presentó a las Cámaras del Congreso el resultado de su expedición, que fue el siguiente: 1.271 indios de lanza reducidos; 1.313 indios de lanza, muertos; 10.539 indios de chusma (mujeres y niños), prisioneros; 1.049 reducidos. También sostuvo: “ Se han fundado ya dos colonias indígenas: una, Conesa, sobre el Rio Negro, y otra, San Martín, en Santa Fé. Seiscientos indios fueron enviados a Tucumán con destino a la zafra. Los prisioneros de guerra fueron incorporados al ejército y a la marina por seis años y muchas mujeres y pequeños distribuidos en el seno de las familias que los solicitaban, con intervención de la Sociedad de Beneficencia y el defensor de menores.” Los fabricantes de desiertos, con Roca a la cabeza, que recibió como premio a sus hazañas 15.000 hectáreas de excelentes tierras al igual que sus oficiales, habían logrado su objetivo. La rapiña territorial se enseñoreó en las regiones conquistadas. Al vislumbrar tanta mugre, el comandante Prado, integrante de la Campaña militar roquista, expresó: “Al verse después despilfarrada en muchos casos la tierra pública, merchanteada en concesiones fabulosas de treinta y mas leguas; al ver las garras de los favoritos audaces clavada hasta las entrañas del país, y al ver como la codicia les dilataba las fauces y les provocaba babeos innobles de lujurioso apetito, daban ganas de maldecir la gloriosa conquista, lamentando que todo aquel desierto no se hallase aún en manos de Reuque Curá o Sayhueque…”. Sabía de que hablaba. Genocidio y negocios El asesinato a mansalva de mujeres y niños cuando los hombres no se hallaban en las tolderías; la erección de campos de concentraciones, como el de Valcheta, ubicado en la Línea Sur de la actual provincia de Rio Negro, en el que se confinó a prisioneros que murieron de hambre por falta de alimentos; las caminatas de miles de kilómetros a pie de prisioneros hasta Cármen de Patagones, desde donde partían los buques a la Isla Martín García , muriendo cientos de ellos en el trayecto o asesinados cuando no podían caminar más; la erección de dos campos de concentración en Martín García, donde se debieron habilitar dos cementerios especiales para enterrar a los vencidos y humillados, ya muertos; separaciones de familias, cambios de nombres de niños secuestrados por la soldadesca de la “Nación ” para que no pudieran reconstituir su historia y la muerte de casi 100.000 aborígenes fue el saldo de la avanzada “civilizatoria”, cuyos auspiciantes y ejecutores aplicaron, 100 años mas tarde, los mismos métodos represivos contra los “subversivos” de los años 70/80 del pasado siglo. En cuanto a los negocios, cabe destacar tan solo uno. En 1878 y durante la presidencia de Nicolás Avellaneda, se dictó la ley 817 que estableció la adjudicación de tierras para “colonizar”, en un máximo de 70.000 hectáreas , que irremediablemente debían ser pobladas. Para apropiarse de estas tierras, la “Argentine Southern Land Co” (ASLCo), de orígen británico, se constituyó en 1888 a fin de suplantar a la “Chubut Co ”, que ya había logrado conseguir una cesión estatal de 350.454 hectáreas en las zonas de Trelew y Puerto Madryn a cambio de la construcción de un ferrocarril. La ASLCo, previo compromiso de introducir 250 colonos en 4 años a 50 hectáreas por colono, recibió 18 secciones de 16 leguas cuadradas cada una en la zona centro y sud de Rio Negro y el Valle chubutense de Esquel, que sumaron la cantidad de 1.130. 52 3 hectáreas , las que jamás fueron colonizadas. Con ánimo de burlar la generosa ley 817, cuyas 70 mil hectáreas iniciales fueron aumentadas hasta 360.000 durante el gobierno de Juarez Celman, la compañía británica se subdividió, transfigurándose en dos empresas; la Port Madryn Argentina Co(PMACo), en 1906, y la Rio Negro Argentina Co (RNACo) en 1907. La primera vendió las tierras adjudicadas para erigir la red ferroviaria en Puerto Madryn y Trelew a colonos galeses. La segunda, erigió, en el millón y pico de hectáreas entregadas en la Línea sur de Rio Negro y Valle de Esquel, 14 estancias, que fueron “pobladas” por 32.985 cabezas de bovinos y vacunos y 93.770 ovejas. El directorio de la compañía, conformado por Charles Crabbe (City of Buenos Aires Tranway Co), coronel L. Heyworth (FC Central Argentino) y William Rodgers (English Bank of the River Plate) decidió contratar peones ingleses y entrerrianos y mantenerlos “atados a la tierra” a través de Almacenes Generales situados en Leleque, Pilcaniyeu y Maquinchao, ya que como se estableciera en el informe del 1 de febrero de 1906, era “vital tener almacenes en las estancias para proveer a los peones y mantenerlos en el lugar”. En 1908 la RNACo nombró y pagó a un comisario de policía y sus subordinados, que se ocuparon de atrapar algunos alzados de la zona para ponerlos a trabajar obligatoriamente en la compañía. Una investigación parlamentaria sobre el fraude cometido por la RNACo en relación con las tierras adjudicadas y su “colonización” quedó en la nada. Sólo a través de la Ley 817, 88 propietarios se hicieron de 5.248.511 hectáreas ubicadas en La Pampa. Neuquén , Chubut, Rio Negro, Santa Cruz y hasta…¡Tierra del Fuego!. Otro botón de muestra: la ley 947, emitida en 1880, que autorizaba la emisión de 1.600.000 pesos en bonos que sufragaron la Campaña del Desierto y que luego fueron cobrados en tierras arrebatadas a los nativos, permitió que 391 propietarios se hicieran de 8.548.817 hectáreas de La Pampa, Rio Negro y Neuquén. El dictado de 9 leyes generales, 7 decretos y 151 leyes especiales hizo que millones de hectáreas arrancadas a sablazos y balazos de Remingtons a los “salvajes” pasaran a manos de pillos y especuladores. Los británicos fueron los que se quedaron con la parte del león de los territorios “reconquistados para la nación”. Y colorín colorado… La rapiña civilizatoria hincó las uñas en el vientre de la nguen mapu. Sus primeros hijos fueron devorados por los erigidores de alambrados, cuarteles, bancos y cárceles. Le siguieron luego los que vinieron de los barcos a trabajar tierras ajenas. Ahora es el tiempo de la unidad de todos. Lamiéndose heridas antiguas y nuevas, marchan por un único camino.

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