No todo es color de rosa en Israel







Percy Francisco Alvarado Godoy

8 de agosto de 2011

Según reza un viejo proverbio israelí, “Es sabio el que es capaz de prever las consecuencias de sus actos”, pero, al parecer, el gobierno de Israel, encabezado por el Primer Ministro Benjamín Netanyahu, hace poca gala y pone en serias dudas su sabiduría de gobernar a su propia nación, a la que ha hundido en serios males sociales y en una contienda contra el pueblo palestino, sobre la base de la más brutal represión. Toda esta política provocó, por primera vez en la historia israelí, un movimiento de insatisfacción social que sacudió a todo el país y el descontento afluyó a las calles y plazas con una fuerza indetenible.

La álgida situación adquirió dimensiones en los últimos tres días, aunque ya se venía gestando hace algún tiempo, al extremo de que casi 300 000 ciudadanos salieron a las calles a exponer sus demandas contra las políticas gubernamentales. Por cierto, estas demandas reclaman mejoras diversas en varios entornos de la vida social, tales como la carestía de la vida, reducción del costo de las medicinas, la cancelación del IVA en las necesidades básicas, un recorte de sus pensiones para los jubilados, los altos costos de las viviendas, una cada vez mayor disparidad en la riqueza, reducir los impuestos, mejorar los servicios, disparidades salariales, así como otros problemas sociales. Lo cierto es que solo una minoría reclamó también un cambio de imagen para Israel en el escenario internacional, una urgente solución al conflicto israelo-palestino y el cese de la represión en los territorios ocupados.

A las protestas de los estudiantes y jubilados, así como a los judíos pobres que representan el 20 % de la población, se han sumado los médicos de hospitales, quienes mantenían desde hace meses una huelga general. Los sindicatos y los consejos municipales se han ido incorporando paulatinamente a la insurrección pacífica.

Tal ha sido la masiva incorporación popular a las protestas que el servicio secreto interior israelí (Shin Bet), comunicó una prohibición a sus empleados unirse a las mismas, mediante un documento interno, en la que se ordena: “Como miembros de una organización estatal, el personal del Shin Bet siempre ha recibido instrucciones de evitar las protestas que se dirijan contra la política gubernamental”.

Las demandas rebasan, en algunos casos, simples reclamos y hacen pensar en una naciente situación pre revolucionaria. Prueba de ello es que varias organizaciones sin fines de lucro y sociales se plantean cambios estructurales en Israel, tal como declaró Giora Rozen, uno de los líderes del movimiento: “la mayoría de las organizaciones que representan a los estratos más bajos de la sociedad, por lo tanto no puede haber una solución, sin atender a la población pobre de Israel, junto con organizaciones de la sociedad civil”.

Los escenarios más importantes fueron el complejo del gobierno de Tel Aviv (Kiryat Hamemshala), un lujoso bulevar de Tel Aviv, una de las plazas más céntricas de Tel Aviv, así como ciudades como Baka Al Garbyeh, Jerusalén, Beerseba, Nazaret, Kiryat Shmona, Ashkelon, Eilat, Hod Hasharón, Tzemaj, Tiberias y Taibeh.

Lo interesante de estas protestas es que se ha desmoronado la visión paradisiaca de Israel, su acendrado chovinismo y, sobre todo, que en las protestas, tal como ocurrió en Nazaret, han confluido codo con codo tanto judíos pobres como palestinos. Hoy por hoy, el sentimiento clasista ha aflorado en Israel y los pobres protestan airados ante la distribución desigual de la riqueza. De hecho, el sentimiento anti palestino ha quedado relegado en segundo plano, supeditado a la búsqueda de justicia social.

El primer ministro Netanyahu, como era de esperarse, ha recibido presiones de los principales rabinos de Israel, del Consejo Yesha, la organización bajo la que se aglutinan los miles de colonos que viven en Cisjordania; así como del movimiento juvenil sionista Bnei Akiva, para lograr una solución a la crisis actual, obviamente a costa de los territorios palestinos, haciendo cumplir otro de los preceptos de Ben Gurion: “Debemos expandirnos en toda Palestina... no debemos renunciar a Cisjordania... nadie puede limitar nuestras fronteras”.Esa es una de sus percepciones para la salida de la crisis.

Tanto Benjamín Netanyahu como el Parlamento de esa nación (Knesset) sintieron la presión del movimiento popular y se han apresurado a adoptar medidas que, por su presionada inmediatez crean serias dudas sobre su validez para hallar soluciones efectivas para los reclamantes. El propio Parlamento se vio obligado a reunirse para encontrar fórmulas paliatorias, a pesar de estar en receso, ante la urgencia de de la conmoción social imperante. En el seno del Knesset se libra una batalla por parte de la oposición ya que algunos de sus miembros reclaman la reunión inmediata de los parlamentarios, mientras otros optan por la demora para provocar la agudización de las protestas con fines electorales.

Las dimensiones de las protestas, inusuales en ese país, condujeron a que el gobierno de Netanyahu creara un Comité ministerial y de expertos económicos con vistas a elaborar un plan encaminado a la reducción del costo de la vida, cuyos resultados serán dados a conocer en septiembre. Por otro lado, varios funcionarios gubernamentales han llamado a un diálogo nacional para conciliar las demandas de los indignados israelíes. En este diálogo participarían los sindicatos, asociaciones de jubilados y representantes estudiantiles, aunque se puede adelantar que entre ellos reina la desconfianza hacia el gobierno y su flamante Comité, pues ya se sabe de antemano que varias de las demandas no tendrán respuesta inmediata e, incluso, algunas jamás la tendrán. Una de las que rechazan estas medidas y el camino del diálogo es la actualmente opositora y ex ministra de Relaciones Exteriores Tzipi Livni, quien alertó sobre estas fórmulas engañosas del actual gobierno.

Es evidente que el ambiente espontáneo de insurrección civil pre revolucionaria adolece hasta el momento de una dirección unificada y varios sectores le debilitan con su oportunismo y contradicciones. La necesidad de un cambio, reclamado por todos, se remite a parcelas de reformas y no a cambios estructurales en donde la riqueza está en manos de un ínfimo por ciento de la oligarquía israelí. Tales diferencias, sumado al control de los principales medios de prensa internacionales por parte de los aliados del gobierno sionista, han provocado que este movimiento popular haya tenido una débil cobertura mediática internacional y que no se hayan divulgado con claridad el contenido de las demandas de la población. De acuerdo con el propio redactor del diario Yisrael Hayom, Amir Mizroch: “los medios internacionales le hicieron un apartado a Israel y los conflictos palestino-israelí, israelí-libanés e israelí-sirio. Todo lo demás que no esté directamente vinculado con estos temas, lamentablemente, no representa una noticia inmediata”. Parece ser que las palabras del historiador israelí Ilan Pappe, cargadas de un amargado cinismo cobran es esta ocasión la dimensión de una verdad de Perogrullo, omitida deliberadamente por todos: “Israel se construye a través de la mentira y la limpieza étnica del pueblo palestino.”

La integración a las protestas de la mayoría de los municipios israelíes, las clases medias y de los colonos, encaminadas a criticar solo la política de viviendas, la subida de los impuestos de los vehículos y por la escasez de guarderías en las colonias, pero cargados de fuertes recelos hacia las fuerzas de izquierda y al movimiento palestino, así como de un oportunista objetivo de que las protestas favorezcan a una mayor colonización de los territorios palestinos ocupados para abaratar las hipotecas de los israelíes. Todo esto hace predecir que este movimiento popular no es uniforme, ni puede alcanzar el carácter de fuerza política de envergadura para presionar realmente al gobierno de Netanyahu. Para ellos estará siempre presente la divisa de David Ben Gurion: “Debemos expulsar a los palestinos y tomar sus lugares”. Como era de esperarse, para complacer a los colonos aliados a las protestas, el gobierno israelí buscó una fórmula sumamente favorable: el Comité de Planificación del Ministerio de Interior dio luz verde a la edificación de 930 casas en la colonia judía de Har Homa, ubicada cerca de Belén. Igualmente, planean 336 casas en las colonias de Betar Ilit y Karnei Shomron, en detrimento de los palestinos. La propia Unión Europea se sumó a los reclamos de la ANP al criticar tal decisión. En tal sentido, la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, expresó: “He seguido la situación en Jerusalén Este con gran preocupación y estoy profundamente decepcionada por la aprobación ayer de la construcción de más de 900 viviendas en Har Homa", colonia judía en territorio ocupado ubicada cerca de Belén. (…) “La Unión Europea ha urgido repetidamente al Gobierno de Israel a cesar inmediatamente todas las actividades de construcción de asentamientos en Cisjordania, incluidas las en Jerusalén Este”.

Dentro de este contexto convulso, el ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Avigdor Lieberman, recrudeció el panorama político al demandar el rompimiento del diálogo con la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y avivó el sentimiento anti palestino al pronosticar un “derramamiento de sangre” en el marco de la esperada votación en Naciones Unidas sobre el estado palestino en septiembre. Estas declaraciones de Lieberman tienen un claro objetivo de distracción al avivar un supuesto sentimiento nacional y anti palestino como recurso desesperado para disminuir las protestas.

CONCLUSIONES

Los vientos de cambio, promovidos por la primavera árabe, han encontrado su repercusión en el arrogante Israel, aquel que olvidó el sentido solidario que hipócritamente ha esgrimido mediante un enfermizo chovinismo a ultranza y ha afrentado a uno de sus más preclaros guías, Moisés, quien llamó a su pueblo a sostener el cayado de la paz y la concordia. Hoy más que nunca cobra relevancia aquel refrán israelí que reza: “Quien practica la caridad es más grande que Moisés.”

La actual conmoción social, espontánea y justa, tratada de dividir y comprar mediante el oportunismo de algunos partidos políticos, inclusive por aquellos ultraderechistas ávidos de protagonismo o de pescar en arroyo revuelto; caldo de cultivo de aprovechados de toda laya; ignorada por los principales medios de prensa; tiene en los pobres de Israel, en sus estudiantes, jubilados, líderes y miembros de los sindicatos y movimientos sociales, a sus más genuinos protagonistas. No sé realmente el desenlace de los acontecimientos, pero albergo la certeza de que es el anuncio de una nueva forma de pensar y de una aceptación de que la lucha de clases, la lucha entre pobres y ricos, será, a fin de cuentas, la que produzca el verdadero cambio que el pueblo necesita.

En manos de la oligarquía y la ultraderecha sionista, enriquecida mediante la guerra más brutal contra el pueblo palestino, incapaz de ver que “el orgullo es la máscara de nuestros defectos”; puede estar la solución. Pero, por desgracia, siempre el arrogante y el vil nunca dará una solución justa para todos, mientras tenga la alternativa de aumentar las monedas dentro de sus bolsillos. El pueblo de Israel, sufrido y explotado, está llamado, como Jesucristo, a expulsar a esos envilecidos mercaderes del templo.

Sea también el árabe explotado, el palestino discriminado y reprimido, quien tenga la voluntad de apoyar las justas demandas de sus hermanos judíos pobres en esta batalla por la justicia. De esas alianzas surge la verdadera hermandad y la paz permanente entre los hombres.

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