Había una vez….por Jorge Ubertalli





Había una vez….

Había una vez un pequeño país llamado Nicaragua Libre, cuyo pueblo, dirigido por el Frente Sandinista de Liberación Nacional, logró derrocar al tirano Anastasio Somoza Debayle un 19 de julio de 1979. Augusto Calderón Sandino, un chaparro general del pueblo, comandante de un “Ejército Loco” de obreros y campesinos, fue el mentor ideológico del FSLN. Había combatido durante 8 años (1926/1934) a la soldadesca norteamericana, la cual creyó que Nicaragua sería su fácil presa violada y humillada, la florcita pisoteada por sus botas, y murió asesinado y traicionado por el cipayo norteamericano Anastasio Somoza García.
Aquel 19 de julio de 1979 todos los revolucionarios del mundo festejaron el triunfo del pueblo en armas. Un muchacho llegó poco después de ese día glorioso para vivir, servir y comprender el hondo contenido de esa Revolución, a la que nunca olvidó ni olvidará : yo. A poco de iniciada la Revolución Popular Sandinista, como se le llamó, el imperialismo norteamericano comenzó a agredirla y boicotearla, hasta que a partir de 1981 se lanzó, contando con la ayuda de sus sirvientes, que siempre los tiene y los tendrá, a liquidarla. Cincuenta mil nicaragüenses, hombres, mujeres, ancianos y niños, murieron hasta el triunfo de su Revolución, otros 50 mil fueron malmatados hasta las elecciones de 1989, cuando el FSLN perdió y debió gobernar desde las sombras hasta el 2007, año de su regreso al gobierno. Cien mil muertos en unos pocos años en un paisito que contaba con 3 millones de habitantes…
Desde el mismo día del triunfo de la Revolución hasta 1989 vivimos peparándonos para combatir a los contrarrevolucionarios, asesorados en la tarea de asesinar por militares argentinos, chilenos y de otras latitudes. Ante las contínuas agresiones el país se erigió en pie de guerra, maestros rurales, campesinos, médicos, agentes sanitarios, familias enteras que vivían cercanas a las fronteras del pequeño país debieron laborar fusil al hombro, todo el pueblo se alistó en las Milicias Populares Sandinistas, o en los Batallones de Infantería de Reserva, o en el Servicio Militar Patriótico, más tarde, cuando las agresiones cotidianas de los contrarrevolucionarios y el imperialismo norteamericano se hicieron casi incontenibles.
En ese momento, quien escribe dirigía un programa radial de solidaridad internacional llamado Tawanthinsuyu, como homenaje a la civilización incaica diezmada por Pizarro, y a todos los originarios sometidos durante siglos por los colonialistas y capitalistas, reivindicados en ese momento por la Revolución Popular Sandinista.
La Ternura de los Pueblos…y Gobiernos Revolucionarios
A través de mi labor en Tawanthinsuyu llegué a conocer a militantes y dirigentes de distintas organizaciones revolucionarias centroamericanas, sudamericanas, del norte de América, Europa y el Tercer Mundo todo. Y a los delegados de dos países revolucionarios asiáticos, socialistas y antiimperialistas: Vietnam y la República Popular Democrática de Corea (RPDC). A través de ellos conocí la historia de sus luchas populares, sus dolores y alegrías y sus indoblegables espíritus de libertad e independencia. Uno y otro país apoyaron a la Revolución Popular Sandinista en innumerables aspectos; fueron con ella solidarios, como Cuba y otros países, sin pedir nada a cambio. “ La Solidaridad Internacional es la Ternura de los Pueblos”, decía el Comandante de la Revolución Tomás Borge Martínez, fallecido hace pocos años. Y esos pueblos y Gobiernos ejercieron esa ternura de mil maneras.
Recuerdo la primera vez que visité la Embajada de la República Popular Democrática de Corea en Managua. Cercana a mi domicilio, aquella sede albergaba a gentes sonrientes, llanas, forjada en el espíritu clasista e internacionalista. Enfundado en mi uniforme verde olivo me presenté allí, fui recibido por Kim, Responsable Político, quien me invitó con un refresco antes de comenzar a hablar. Luego acomodó un long play en la bandeja de un combinado situado en la sala y a la vez que escuchábamos el Himno al Comandante Kim Il Sung, fundador de la RPDC, combatiente contra las hordas japonesas desde el legendario Monte Paektu y la Manchuria, primero, y norteamericanas y sus compinches, después, durante la Guerra Patria de 1950 a 1953, narró con emoción la historia de aquella bella nación, Corea, y la de la RPDC, ya liberada de la garra yanqui. Habló sobre los proyectos de Reunificación del Koryo planteados por Kim Il Sung, simbolizados en la frase: Dos Estados, una Sola Nación, de las constantes agresiones del imperialismo y sus secuaces militaristas sudcoreanos y japoneses, de las penurias por reconstruir el país socialista luego de la devastación de la guerra antiimperialista, mediante la cual los yanquis. Amparados como ahora por la ONU,  no dejaron piedra sobre piedra.
Mis asiduas visitas a la Embajada me convirtieron en entrañable amigo, todos sus funcinarios, incluído el embajador, junto a sus esposas y niños, venían a saludarme cuando arribaba, me convidaban refrescos y pinchos de camarones, sus niños se subían a mis rodillas. Constituían una gran familia amante de la vida, la Revolución Socialista y su Líder Kim Il Sung.
Donaciones varias, asesoramientos de toda índole, instrucción de compañeros de la Policía Sandinista y el Ejèrcito Popular Sandinista, aportes culturales, artísticos, cinematográficos y otros innumerables fueron los gajitos de esa ternura internacionalista que el pueblo de la RPDC y su gobierno cedieron a la Revolución Popular Sandinista.
Y también, porque no decirlo, a la Revolución Salvadoreña, aportando sus conocimientos a los combatientes que ingresaban al Pulgarcito de Centroamérica para expulsar a la oligarquía y al imperialismo de su tierra y construir una Patria Socialista. Duros como el acero, tiernos como cogollos, sensibles hasta las lágrimas, dignos hijos de la clase obrera y el pueblo de Corea, se comportaron siempre como verdaderos revolucionarios e internacionalistas, como representantes de ese proletariado mundial en lucha contra el capitalismo imperialista, que, luego de “autodisuelta” la URSS y países del Este europeo, debieron soportar los cercos, bloqueos, agresiones y provocaciones imperialistas, desastres naturales, manipulaciones y engaños, hambrunas y “sanciones” de unas Naciones Unidas para servir al imperio con estoicismo, consecuencia, bravura y dignidad comunistas; Cuba, Vietnam y otros países devastados por las guerras, bloqueos y traiciones formaron y forman parte de estos resistentes.
Si en Nicaragua Libre estuvimos diez años en máxima disposición combativa, esperando invasiones de contrarrevolucionarios y marines, en la RPDC hace más de 60 años que el pueblo y gobierno revolucionario esperan tensos y preparados para el combate a la artera agresión de los bárbaros del norte de América y sus secuaces menores.
Ni Palmas ni Patacones
Hoy la RPDC se halla en la encrucijada de sucumbir o enfrentarse al gangster más poderoso de la tierra con sus armas convencionales y atómicas, pero fundamentalmente con su arma más poderosa: la Unidad del Pueblo, el Ejército, el Partido del Trabajo de Corea y el Líder Kim Jon Un, nieto del fundador de la RPDC, Kim Il Sung, fallecido en 1994 e hijo de su fallecido sucesor, Kim Jong Il. Ni sanciones, ni calumnias, ni insultos y diatribas de infinidad de medios y supuestos periodistas pagados por el imperialismo norteamericano han podido doblegarla. Antesala de la República Popular China, que la apoyó con miles de soldados internacionalistas durante la agresión imperialista de 1950, lindante con la ex Rusia soviética, con Corea del Sur, satélite de EE.UU., que mantiene estacionados 28 mil soldados en el país, la RPDC mantiene su independencia y dignidad a toda costa, razón de existir de cualquier pueblo del mundo, y el Socialismo, como bandera roja que ilumina a los pobres de la tierra, los pone de pié, los redime de las “caídas” de aquellos países que lo han abandonado para convertirse en bastiones de un capitalismo depredador, mafioso y hambreador de millones que hasta ayer, con todos los defectos, gozaban del hoy tan denostado “socialismo real”.
Este muchacho, ya un adulto sexagenario, que conoció hace ya tiempo a la RPDC a través de sus representantes, que sabe de su consecuencia revolucionaria y antiimperialista, hoy no duda en ponerse de su lado frente a la agresión de la potencia saqueadora y salvaje más poderosa de la tierra. Hago mías las palabras escritas en la Cuba Revolucionaria por el poeta Javier Heraud, jóven revolucionario peruano del Ejército de Liberación Nacional del Perú muerto en una emboscada en el rio Madre de Dios en 1963:
No me importa lo que digan
los traidores,
hemos cerrado el pasado
con gruesas lágrimas de acero.
El cielo es nuestro,
nuestro el pan de cada día,
hemos sembrado y cosechado
el trigo y la tierra,
y el trigo y la tierra
son nuestros,
y para siempre nos pertenecen
el mar
las montañas y los pájaros.”
Y entono junto a millones los himnos de la revolución coreana y mundial al compás de las glosas de nuestro Atahualpa Yupanqui: “Si alguna guelta he cantao/ ante panzudos patrones/ he picaneao las razones/ profundas del pobrerío./ YO NO TRAICIONO A LOS MIOS/ POR PALMAS NI PATACONES”.
                                                                     
                                                                     Jorge Luis Ubertalli
                                                                          7/4/2013

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