No habrá ciudades de sal en Bolivia Sergio Rodríguez Gelfenstein
Análisis Político y Social Nacional e Internacional de Venezuela y el
Resto del Mundo
Director: Diego
Olivera. Jefe De Redacción: Miguel
Guaglianone
Sergio Rodríguez Gelfenstein


Este fenómeno que algunos llaman
modernidad, es mostrado hoy como los evidentes logros de una sociedad que bajo
el reinado de la familia Saúd muestra
cifras de crecimiento sostenido que no pueden ocultar un país atrasado y
conservador, con un gobierno despótico en el que las mujeres tienen conculcados
sus derechos y que no resiste la menos evaluación respecto del funcionamiento
democrático, en cuanto a derechos civiles y humanos de su población. La riqueza petrolera le ha permitido al país introducir una
modernización que significó el desarrollo de infraestructuras y una gran
independencia financiera. El problema ha sido y aún es, la desenfrenada
ostentación de la monarquía a partir de una riqueza que no ha sido redistribuida equitativamente
a la población.
Todo esto bajo el amparo de Estados Unidos y Europa que
se hacen de la “vista gorda” ante tan evidentes violaciones de los derechos
humanos de quien consideran un aliado leal, mientras exigen “buen
comportamiento” en otras latitudes, a las que incluso son capaces de movilizar
gigantescos contingentes de sus ejércitos para imponer verdades acorde a sus
intereses. Así, Arabia Saudita se ha convertido en la sede de una de las más
importantes concentraciones de tropas de Estados Unidos en el mundo.
Esta larga introducción viene a razón de una manida frase
que comienza peligrosamente a copar el espectro informativo internacional
cuando se dice que aquellos países que poseen grandes reservas de litio podrían
convertirse en la Arabia Saudita de ese
mineral. Muy probablemente, quienes enarbolan tal afirmación visualizan la
posibilidad de un cambio brusco de una sociedad rezagada en el contexto del
desarrollo capitalista mundial a otra “adelantada” en términos de los valores
que blande Occidente para que se pueda ostentar tal caracterización.
Estudios publicados por especialistas en la materia no
logran ponerse de acuerdo torno a si las
mayores reservas mundiales de litio se encuentran en Afganistán o en
Bolivia. Ambos países amenazados por
Estados Unidos –aunque en diferente medida – se muestran en las antípodas en
cuanto a las posibilidades de hacer uso de sus riquezas para fines propios de
sus ciudadanos. El litio es un mineral básico para la construcción de computadoras, teléfonos
celulares, cámaras digitales o baterías de vehículos eléctricos.
Afganistán es el quinto país más pobre
del mundo, casi la mitad de sus 30 millones de
habitantes vive con menos de 14 dólares al mes, la tasa de alfabetización no
supera el 25% y la esperanza de vida es de 43 años. La ocupación militar estadounidense
y la guerra han profundizado esa
situación.
Un equipo de inspectores del Centro de
investigaciones geológicas de Estados Unidos encontró reservas por valor de un
billón de dólares según se reportó en junio de 2010, aunque algunos analistas
afirman que incluso podrían ser superiores. Resulta curioso que esta novedad
haya sido dada a conocer por una institución de la potencia ocupante y en el
noveno año desde el inicio de la intervención. Valdría conjeturar si ya desde
mucho antes, sus satélites no les habrán dado información al respecto. Lo
cierto es que tal “descubrimiento” podría generar “niveles de desarrollo”
similares a los sauditas, aunque antes Estados Unidos debería pacificar el
país.
Sin
embargo, el analista político afgano Janan Mosazai es pesimista: "Dudo que el país sea capaz de
gestionar esta riqueza para construir un Afganistán más prospero y
pacífico". En la perspectiva,
subyace la idea de que al igual que con Arabia Saudita, para asegurarse el
abastecimiento de petróleo, Estados Unidos haya minimizado los excesos autoritarios de la monarquía, lo
que induce a suponer que podría repetirse el guión para hacerse de los
ricos yacimientos de litio afganos.
En
el otro lado del planeta, Bolivia es poseedora, en el salar de Uyuni de la
mitad de las reservas internacionales de litio detectadas hasta el año 2010.
Sin embargo, la posición del presidente Evo Morales es diametralmente opuesta a
la que se observa en Afganistán. Ante la voracidad de las empresas
transnacionales por hacerse de los ricos yacimientos, el presidente Morales ha
sido enfático “…Bolivia necesita socios,
pero no dueños de nuestros recursos naturales”. Afirmó que aunque Bolivia
no tiene ni la tecnología ni la capacidad financiera para explotar el
estratégico mineral, su gobierno “Jamás
va a perder la propiedad de sus recursos naturales”.
Así,
Bolivia, no apuesta solo a la extracción del litio o al procesamiento de “simples
baterías” sino a una industrialización
en gran escala que beneficie a la mayoría de los ciudadanos y les permita
mejorar su nivel de vida. En esa medida, Morales ha actuado con suma prudencia
en la elección de sus socios y ha firmado un decreto por el que se protege la
propiedad estatal del mineral y de las plantas de procesamiento que se generen
a partir de la explotación del mismo.
En
Bolivia, la historia muestra una continuidad en cuanto a la expoliación sufrida
por su pueblo como consecuencia de la explotación minera. En la colonia la
plata de Potosí se convirtió en la principal fuente de ese mineral para
enriquecer las arcas de la monarquía española. Después en el siglo XIX y XX, el
estaño configuró la posibilidad de una riqueza que nunca llegó a la mayoría de
los ciudadanos. Así ocurrió más recientemente con el petróleo y el gas.
Con
la belleza de su prosa, nos lo recuerda Eduardo Galeano: “…la plata de Potosí dejó una montaña vacía, el salitre de la costa del
Pacífico dejó un mapa sin mar, el estaño de Oruro dejó una multitud de viudas. Eso,
y sólo eso, dejaron”
El
22 de enero de 2006 durante su toma de posesión como presidente de Bolivia Evo
Morales afirmaba que “…no se trata de
nacionalizar por nacionalizar. Sea el gas natural, el petróleo o los recursos
minerales o forestales, tenemos la obligación de industrializarlos”. Más
adelante, con visión de futuro y la mira puesta en la elevación de las
condiciones de vida de su pueblo, el
presidente señaló enfático que era “importante desarrollar una economía con
soberanía y (…) que empresas del Estado pueden ejercer, no solamente el derecho
de propiedad sobre los recursos naturales, sino entrar en la producción”.
Difícilmente, el litio transformará a Bolivia en una Arabia
Saudita, el proyecto del Movimiento al Socialismo, instrumento político de las
organizaciones sociales distan mucho de un gobierno de sátrapas y corruptos en
un país carente de democracia bajo el cobijo estadounidense.
Paradójicamente,
el Salar de Uyuni, no será un nuevo territorio de “ciudades de sal” sino vergel
de futuro para el pueblo boliviano y latinoamericano como sentenciara en 2006
el primer presidente indígena de Bolivia.
Publicación
Barómetro 27-01-14
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